martes, 25 de noviembre de 2008

A la luz de Teosofía

de Rudolf Steiner
La lectura de la Teosofía de Steiner ha supuesto un importante punto de inflexión, una parada en el camino. Ha coincidido con relevantes acontecimientos en mi vida, como la muerte de mi amiga Pilar, con sólo 34 años. Aquí quedan sus 2 pequeños, atrás la terrible enfermedad. He de reconocer que no tuve valor de ir a verla esos últimos días, fue del todo imposible vencer el pavor que paralizaba mis miembros, el temor de enfrentarme a lo que podía ser un espejo de mi propio destino.


Mientras el dolor y el miedo amenazaban con arrastrarme a las tinieblas, mi pensamiento luchaba por ponerme a flote, buscando entre las páginas de Steiner una balsa hacia la esperanza. Entonces traté de imaginar cuál podría ser el camino que ella estaba recorriendo como parte de este largo viaje. Y entendí su serenidad, su incomprensible equilibrio en los últimos días de estancia en la Tierra; y me alegró mucho comprender que era porque su espíritu estaba preparado para elevarse, y su alma había iniciado la limpieza de lo material, como en el proceso alquímico en el que la sustancia bruta se va desprendiendo de lo innecesario en su paulatina conversión en oro. Mi sufrida alma encuentra un consuelo, la muerte ya no se presenta como negra y vacía, sino como un puente hacia la superación.

En medio de este huracán emocional, luchando entre las olas de un negro y devastador océano, aferrada a mi pequeña balsa de esperanza, consigo seguir caminando.

El último eclipse de luna había ejercido un poderoso efecto sobre mí, rescatando antiguos temores que aún no habían sido superados. Supuso una oportunidad para la reconciliación con el pasado, y para recuperarlo en forma de conocimiento a aplicar en el presente.

En aquellos días, una información inesperada llegó a mis manos: Steiner murió de cáncer. Es un golpe difícil de asimilar, no entiendo nada y nada de esto tiene sentido. De repente, todo se esfuma, se desvanece en el tiempo… Cómo es posible… Porqué se entregó a la muerte de forma prematura… Porqué la ciencia espiritual no le llevó por otro sendero… Me encuentro en medio del laberinto, con el Minotauro acechando en cada esquina. Un enorme vacío me devora, y ni siquiera soy capaz de escribir un pequeño comentario acerca del libro, y mucho menos de embarcarme en otra lectura antroposófica. Me planteo incluso abandonar la formación. La enfermedad vuelve a morderme, quizá para hacerme consciente de que estoy viva. De ello hace poco más de un mes, un mes de olvido y convalecencia. Olvido necesario para saber qué queda realmente.


El otro día, rebuscando entre mis libros, encuentro los “ejercicios preliminares”, y una fuerte intuición me dice que su utilidad está por encima incluso de su creador, y me propongo ejercitarme en ellos, y la esperanza vuelve con fuerzas renovadas. De nuevo me aferro al hilo de oro y salgo del caos. De nuevo me reconcilio con la lectura, aunque sea de un libro leído al menos en dos ocasiones, pero seguro me sorprenderá una vez más: ‘Cómo curar cuerpo, alma y espíritu’, que presenta una clara exposición de la concepción del ser humano tripartito como base de la medicina antroposófica , y cuyo título supone un bálsamo en sí mismo.


lunes, 24 de noviembre de 2008

Aviso para navegantes sin timón, sin riendas en su vida

Por Carmucha
--Mi querida Carmucha escribió este texto como comentario a un post reciente. Me pareció tan bonita la historia que la traigo aquí para que la disfrutéis. Gracias, amiga--

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizá donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta... En un reino mágico donde las cosas no tangibles se vuelven concretas... Había una vez...un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura, donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente... Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y, desnudas las dos, entraron al estanque. La furia, apurada (como siempre está la furia), nerviosa -sin saber por qué- se bañó rápidamente y, más rápidamente aún, salió del agua... Pero la furia es ciega o, por lo menos, no distingue claramente la realidad; así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró. Y sucedió que esa ropa no era la suya sino la de la tristeza. Y, así vestida de tristeza, la furia se fue. Muy calma y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y, sin ninguna prisa (o, mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba. Como todos sabemos, si ha algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia. Cuentan que, desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada; pero si nos damos tiempo de mirar bien, encontraremos que esta furia que vemos es sólo un disfraz y que, detrás del disfraz de la furia, en realidad, está escondida la tristeza.

Elena, veo mucha tristeza disfrada de furia. Lástima que no esté dispuesto a ser consciente.



jueves, 20 de noviembre de 2008

El beso de la sirena

de Andrea Camilleri

No todas las historias de sirenas acaban mal. Es esta una bella fábula que se mueve en una realidad mágica, y que intenta transmitir el mensaje de que sólo el amor puede lograr lo supuestamente imposible. Maruzza y Gnazio, el mar y la tierra, lo aparentemente irreconciliable, construyen la historia de su vida siendo ellos mismos, sin más.
Reminiscencias de la mitología griega se mezclan con la cotidianeidad de la gente sencilla. Anhelos espirituales y deseos mundanos, todo va a parar al mismo lugar. Y como dice el autor, "a veces hay que cerrar los ojos para ver las cosas encantadas, aquellas que normalmente, con los ojos abiertos, no se pueden ver".

Un soplo de esperanza para los que duden que la felicidad es posible. Que la disfrutéis.

Sinopsis
rase una vez, en una tierra junto al mar, una bellísima mujer llamada Maruzza Musumeci. Se decían muchas cosas de Maruzza, rumores a voces que quizás explicasen por qué a pesar de su belleza no había encontrado aún con quién casarse. Maruzza hablaba en griego con su abuela; no era una muchacha como las demás; parecía el personaje de una fábula; transmitía con sus ojos y su voz la perturbadora sabiduría que traen y llevan los siglos. Maruzza era una sirena.
Pero la historia comienza en realidad con Gnazio, que emigró a América y volvió a Vigàta tras veinticinco años de ausencia. En Nueva York trabajó como jardinero y, tras una caída desgraciada, decidió regresar a su Sicilia natal y comprar un trozo de tierra con un olivo milenario del que se había enamorado. Sólo le faltaba una mujer.
Maruzza y Gnazio, la tierra y el mar, no vivieron una historia de amor imposible... como tantas otras. Primero fue la boda, después la familia y, año tras año, el milagro de conjurar lo que parecía contrario, para tantos irreconciliable.Andrea Camilleri, el aclamado creador del comisario Montalbano, abandona el género negro para crear una obra que une magia y realidad y que rescata el mito de Ulises y el cuento de Andersen. Una historia plenamente contemporánea, que nos habla de cómo vivir con lo que nos resulta extraño, ajeno y contrario.'


miércoles, 19 de noviembre de 2008

Los sabios de piedra

Hoy soy yo quien va en busca de la montaña. Tiene respuestas que yo no recuerdo, el ruido que a veces me envuelve me impide escuchar a mi Baba Yagá. La intuición se oculta tras las rocas, está allá arriba, tan alta como aquel buitre leonado que me saluda con su danza de viento.

Me gusta oír el crujido de la arena bajo mis pies, en el camino hacia arriba. La agitada respiración me recuerda lo duro que resulta el ascenso...

Un alto en el camino, en busca del difícil silencio. Muchos seres pasaron por aquí, y dejaron su huella en las rocas, que me observan desde la grada. Un gigante de granito reflexiona eternamente, quizás Rodin estuviera aquí, o quizás Camille Claudel, sentada en esta misma piedra, con esta misma mirada, con la misma pregunta, el mismo sol sobre sus cabellos... Cabezas parlantes susurran al que escuche atento, desvelándole secretos de su henchida memoria.

El olor a jara se mezlca con el de romero y cantueso, el Sol colorea mis mejillas. Un simpático frailecillo comparte mi descanso y mi comida. Y sigo caminando, siempre hacia delante. Y el paisaje es cada vez más rico, la panorámica más sobrecogedora, las figuras de las rocas más elaboradas, las formas más sugerentes, la soledad más enriquecedora. Los sentidos embriagados, un potente aroma a hongos me empuja hacia la tierra, me frenan las doradas agujas que la cubren.

Amables pinos extienden sus ramas en un abrazo de bienvenida. Me traslado a aquellos bosques de mi infancia, en pugna con las albas dunas, caprichosas y frágiles, de Punta Umbría. Donde nos perdíamos para encontrar nuestra naturaleza salvaje, y recolectar plantas, y observar a sus pequeños habitantes... junto a la interminable playa de arena blanca, suave y envolvente, en cuyo mar se sumergía la pequeña Diana, dispuesta a cazar toda clase de moluscos... Historias de morenas voraces, de feroces pulpos que engullían a los marinos incautos; de la traicionera marea capaz de arrastrarnos a las profundidades bajo su apariencia sosegada; de peces venenosos que ocultan sus espinas bajo el fondo silencioso; tiburones gigantes que vienen por la noche a devorar al que ose traspasar sus dominios... Todo ello convertía al mar en el lugar más fascinante que pudiera existir, y sumirse en él, la aventura más seductora.


jueves, 13 de noviembre de 2008

Imposible dormir...

La luna entró anoche por la ventana y se posó en mi almohada. Era tan intensa la luz que apenas podía cerrar los ojos ¿Es que el Sol hoy no puede dormir? pensé. Pero no, era la gran dama blanca presidiendo la noche, guiando nuestro sueño. Miraba hacia arriba y estaba allí, sobre mi cabeza, desafiando a la oscuridad. Sentí frío y me encogí bajo el edredón de plumas, ahora transparente. Imposible dormir...

“Nous ne voulons pas d'un monde où la certitude de ne pas mourir de faim s'échange contre le risque de mourir d'ennui. L'ennui est contre-révolutionnaire. Oubliez tout ce que vous avez appris. Commencez par rêver. Soyez réalistes, demandez l'impossible."

Graffitis Parisienses - REVOLUCIÓN DE MAYO 1968



miércoles, 12 de noviembre de 2008

El soldadito rojo

El soldadito rojo giraba sobre sí mismo una y otra vez, fusil en mano, mientras silbaba la melodía de siempre. ¿Dónde estaría su preciosa muñeca de porcelana? Brillaba tanto con el vestido blanco de tul… Y esa sonrisa capaz de atravesar montañas… no podía borrarla de su imaginación. Quizás estuviese bromeando con Pipo, el peluche ciego de un solo brazo que tanto gustaba a Roberto, el niño de la casa. Quizás la cortejaba en su ausencia, pensar en ello le hacía ponerse morado, verde, azul…

Cuando ella bailaba, todo se iluminaba a su alrededor, y sonaba aquella preciosa canción de Dr. Zhivago. Sus delicados pies envueltos en cintas de seda parecían elevarse sobre el suelo. Cuando pestañeaba, se oían suspiros por aquí y por allá. Al pequeño soldado le latía el corazoncito de plomo como si quisiera salir volando tras ella.

Ella le amaba, aunque casi nunca podían encontrarse, pues vivía en el estante azul de madera, ribeteado con aquel hermoso encaje que tejiera la abuela de Roberto, y es que los juguetes más valiosos tenían ese privilegio. La cajita de música con caracolas incrustadas que le trajera mamá de su último viaje, el camión de bomberos de hojalata, que tenía una manivela para mover la escalera, el dominó de nácar del abuelo… Todos compartían aquel espacio, y se llevaban bien. Y en el extremo opuesto de la habitación, vivía el soldadito, en un enorme baúl forrado con esa bonita tela de rosas, donde terminaban el día casi todos los juguetes de la comunidad.

El soldadito rojo giraba sobre sí mismo una y otra vez, fusil en mano, no sabía que estuviese cargado antes de aquel disparo ¡Qué estruendo! A él le gustaba el silencio, sólo perturbado por aquella melodía que le ensimismaba ¿Dónde estaría su preciosa muñeca de porcelana?

Los restos de la bailarina yacían dispersos bajo la mesa, antes de que él pudiera verla alguien habría venido a barrerlos, no sea que Roberto fuera a hacerse daño. Cuando oyó el ¡booom! ya caía en picado hacia el suelo, antes de entender lo que había ocurrido se había roto en mil pedazos, ya no era nada. Pronto ocuparía su lugar en la estantería azul una flamante muñeca rusa de porcelana, de hermosos y ensortijados cabellos, ataviada con un rico vestido de lana y un chal bordado con hilo de oro.

El soldadito rojo giraba sobre sí mismo una y otra vez ¿Dónde estaría su preciosa muñeca de porcelana?

martes, 11 de noviembre de 2008

La marée haute

Sus fuerzas se desvanecían, su cuerpo se tornaba una marioneta sin hilos, una vela sin mástil, una mariposa sin alas… y el miedo se abría camino. Sí, aquél desconsiderado capaz de morderle el estómago cuando menos lo esperaba. Ayer sonreía al viento que acariciaba sus mejillas, bailaba sobre el agua, sobre el fuego, sobre los cristales rotos sin cortarse. Hoy suspira mientras naufragan los sueños. El futuro está fuera de su alcance, no sabe si algún día llegará.

Qué futiles se ven los avatares que rompen la rutina, cuando la vida camina con los pies rotos. Y qué absurdos tantos desencuentros estériles, tantas palabras afiladas, tanta niebla en la penumbra del no-día, la no-noche.
Le obsesiona la idea de ser engullida por el silencio, por el olvido. Empieza a ser un estorbo para sí misma, pesa tanto… Entonces se eleva sobre su piel, sobre los tejados de su historia, inspeccionando un nuevo territorio que habrá de descubrir en un tiempo no muy lejano.
Necesita más aire para sentir que aún está aquí, la ruidosa respiración pretende derrotar al silencio.

Las miradas son espejos que no quiere ver, y dirige la suya hacia dentro, intentando encontrar una salida. Mañana se encontrará mejor…


La route chante quand je m’en vais
Je fais trois pas… la route se tait
La route est noire à perte de vue
Je fais trois pas… La route n’est plus
Sur la marée haute je suis montée
La tête est pleine mais le cœur n’a pas assez...



domingo, 9 de noviembre de 2008

La vida es bella

Concierto de cine. Las bandas sonoras de nuestras vidas en las 12 cuerdas que gemían en el escenario. Qué bonito, algunas de mis musicas favoritas: Lo que el viento se llevó, La vida es bella... Precisamente ayer volví a ver esa preciosa película, que lección tan importante, cómo nos complicamos la existencia inutilmente cuando todo podría ser tan sencillo... Las historian pasan, las personas vienen y van, sólo el amor permanece, inalterable, como pilar fundamental de nuestras vidas.

Los angelitos de lana revolotean sobre mi cabeza, no sé cuantos hice en la mañana de ayer, mientras conversaba con mis amigas, cuanto tiempo sin verlas, qué alegría. Antonia, Natividad, Lourdes, Rosa... tengo tanto que aprender de ellas, y tanto que compartir... Me encantan esas reuniones prenavideñas, el té de media mañana, que las pequeñas de 6 años se encargan de servir "espera, este es el tuyo", y me echa una cucharada más de miel y una sonrisa cómplice ¿porqué los niños son tan sabios? porque todavía recuerdan...

El brillo en los ojos de María Jezabel, el entusiasmo de los padres nuevos, la maestría de algunas mamás que nos regalan su sabiduría, los pequeños repartiendo galletas, me los traería a todos a casa... los más mayorcitos jugando fuera, el Sol acompaña. Claudia practicando escalada en los árboles, Mikel con su mano vendada, Celeste se quiere venir de nuevo con nosotros... que grupo tan simpático forman. Es precioso contemplar su evolución, con tropiezos y avances, pero con un potencial enorme que se va desplegando con tan solo despejarles un poco el camino...

martes, 4 de noviembre de 2008

Aquél huevo de nácar

Necesito retornar al agua más a menudo de lo habitual, mis escamas duelen fuera del mar, y construyo un paraíso artificial con aroma de rosas y espuma sin olas. Allí sueño con volver a aquella playa que extiende su aterciopelada arena bajo mis pies, a aquellas aguas de un profundo turquesa donde un día escuché la lejana voz de los ancestros, recordándome mis orígenes. Esa playa en una isla cualquiera del Mediterráneo. Donde soñé que hace muchos, muchos años, cuando el hombre habitaba la tierra como una bruma transparente, unos seres alados que viajaban desde una remota constelación, dejaron caer un pesado huevo de nácar sobre esa misma playa. El Sol lo calentó, hasta que la nívea cáscara se abrió para dejar salir a aquella criatura de sal, mitad mujer, mitad pez, que se arrastró sobre la arena para sumergirse en el preciado elemento. Y fue feliz durante miles de años, nadando con los delfines y cantando con las gaviotas sobre los arrecifes, mientras el viento jugaba con sus cabellos de caracola que el sol se entretenía en pintar de vez en cuando. Su piel permanecía suave y tersa, pues el tiempo no existía. Un día se preguntó qué habría más allá del océano, y pidió al cielo 2 piernas para caminar sobre la tierra, donde recorrería el mundo en busca de su lugar, pues existía un lugar especial para ella, en alguna parte, en algún tiempo. Y desde entonces, viaja incansable por países y tierras lejanas, conociendo gentes y buscando historias que no la dejen olvidar de donde vino. Y se siente bien en cualquier lugar si hay un trozo de mar cerca, donde su alma crece hasta la próxima orilla.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El mirlo de pico naranja

Fuera de las suaves sábanas de seda, el frío me deja sin respiración. La ducha caliente con olor a fresa me devuelve a la tierra, pero sigo envuelta en bruma y escarcha. Una infusión casi hirviendo lleva a cabo un segundo intento de entrar en calor. De pie junto a la ventana de la cocina, el día se presenta plomizo, las nubes más espesas que nunca, el horizonte borrado. El tiempo pesa y se pega a los párpados, sigo arropada por un sopor pegajoso que me confunde. Entonces aparece, como un mensajero de algún dios desconocido, el brillante mirlo de pico naranja. Se posa sobre el marco de la puerta, solemne, presidiendo alguna ceremonia que habré de descifrar. Me mira y le sonrío, me gustan las aves, y muy especialmente, estas. Mueve la cabecita y sigue allí, como el guardián del umbral, vigilando alguna realidad oculta al entendimiento. Mis manos se van calentando, la taza azul de porcelana china, llena de ardiente agua con melocotón y maracuyá, cumple su misión.

Entonces, como en un sueño, 7 mirlos negros de pico negro, que escupe el viento, se sumergen en la parra escarlata de la fachada, a apenas un par de metros de donde me encuentro. Los contemplo embelesada, su danza sacude las hojas, que cantan a la mañana antes de caer en un profundo letargo durante el invierno. Como abejas alrededor de jugosas flores, como colibrís que desafían al aire, repiten el baile en un intento de decirme algo. Por un instante, dudo si estoy o no despierta, este paisaje onírico me hace flotar sobre el suelo. Mientras tanto, el mirlo de pico naranja continúa su atenta observación, nada de intrusos en este juego. Permanezco allí horas, días, varias vidas...
Preciosa forma de comenzar el día, de volver de las estrellas, de despegar la noche de mi piel...