viernes, 3 de junio de 2011

Soñando Artemisa

Fue la cadencia del cello. No la de la percusión, ni la del piano con patas de saltamontes, ni la del saxo barítono. De nuevo ese sonido que arañaba las paredes de su alma arrancando viejos lamentos ocultos tras capas de olvido, la hacía balancearse en aquel sillón como de barco. La sala, atestada de pétreas olas humanas de oídos hambrientos.
Se siente diminuta junto al enorme joven de color sentado a su izquierda. Desea sumergirse en la música templada, acurrucarse bajo capas de notas que acallen su mente, aunque sea un instante.

Se siente tan cansada... una extraña placidez le susurra cálidas burbujas de calma, a las que su cuerpo se entrega mientras su cabeza hierve de inquietud.

Buscando una salida, se entrega a la imagen de su amiga Caty deslizando el color sobre el papel como si nunca hubiese hecho otra cosa. Desde el pálido cobalto del zénit hasta el regio púrpura del horizonte, tras un primer plano que baila entre malvas, violetas y poderosos morados, el pincel acaricia la superficie como una prolongacion de su mano, de su alma, anunciando cambios en un plano aún por llegar. Clara bebe de ese sosiego, y se sumerge en un profundo sueño envuelta por la música, la tensión quedó atrás.

Añora la cotidianeidad que no conoció. Los tiempos de no pisar el suelo quedaron atrás. Quería calma, extrañaba esa rutina tan denostada ayer. No creía en la fugacidad, ha de permanecer lo que está, lo que se toca, y no los sueños transparentes que se evaporan al abrir los ojos. La realidad se construye cada día, a cada momento, con la constancia y la presencia.

Abrumada por la ausencia, el vacío abre camino a la duda. Una sacudida a tiempo la despierta y llama a arrojar el confortable abrigo negro, el falso calor de la vana ilusión. Artemisa acude a su encuentro, de nuevo trata de guiar sus pasos y acallar a la silente Hera de piel de nácar. Ella sabrá qué hay que hacer, y se pone en sus manos.

martes, 1 de marzo de 2011

Cuando la sombra duerme (o Restos de un mal sueño)

Hoy no hay luna. La noche es negra como los augurios más oscuros. Ni siquiera las farolas se atreven a asomar la nariz. El tiempo hizo un giro extraño y se quedó atrapada no sabe dónde, ni cuando.

Todo pierde el sentido, la mentira acaricia el silencio, la ciudad encantada de sus sueños se desvanece entre ráfagas de cruda realidad. El paraíso es sólo para los ciegos, los demás acaban despertando.

Una voz le susurra: todo está bien, todo está bien... pero no puede sentirlo. No puede. Se replegó de nuevo allá dentro, encogida como un pajarillo en invierno. No quiere que la vean, que la escuchen. Sólo quiere huir de todo, de todos, de sí misma.

Si él estuviera aquí... pero no está. Esa es la realidad. Lo que tiene es lo que ve. Y ahora sólo puede ver su sombra.

No entiende. No puede entender. Su esencia es de otro lugar.

Cogería un coche y se dirigiría hacia la autopista que conduce muy lejos, su preferida. Sola, con la música a tope, como hiciera otras veces... es ese el silencio que ahora anhela.

No perderá el rumbo, nunca se lo permitió. Mañana se levantará a las 7h. Como cada día, se enfrentará a lo cotidiano con las fuerzas mermadas, pero con el coraje de siempre. El sol iluminará sus cabellos y sus ojos brillarán, hasta que la sonrisa encuentre el camino perdido.

Y volverá a sentir su ciudad encantada, los fantasmas desaparecerán con la noche. Y disfrutará de cada minuto, de cada gesto, de cada mirada, de cada palabra. Sus amigas tirarán de la túnica blanca de seda que flota sobre el suelo, hasta que sus pies no sientan frío al tocarlo. Y poco a poco la envolverá esa alegría que arrastra, esa de vino y rosas, de reencuentros sin desencuentros, de valses naranjas que cantara el piano tiempo atrás... Volverá la bella Sara, la que todos buscan, la que siempre sonríe, la que puede con todo... mientras su sombra duerme.

jueves, 10 de febrero de 2011

Física en Químicas

Relato de Ismael

Podría pasarle a cualquiera...no sólo a Ella con su capacidad de promover situaciones en la que los límites no son un problema, o a Él que acepta sugerencias y las lleva hasta las últimas consecuencias.

Comenzó en una taberna.
Ella le acariciaba y lo miraba con ternura.
Él escuchaba las proposiciones de su mirada y asentía con su mano entre sus piernas.
Al final de la barra un grupo de hombres discutiendo bajo una pobre luz.

Ella tomó un sorbo de vino, él se lo bebió.
Él imaginó un lugar, ella se lo propuso.

Salieron rápidamente del bar y caminaron hacia el coche.
Nunca llegaron.....en el camino Químicas.
Bajaron las escaleras y preguntaron en la cantina por los aseos.
Al fondo... dijo el camarero
Ella le cogió la mano, él no la soltó.

Damas ponía.....y cerró la puerta.
Silencio......

Las miradas se cruzaron y ya no pensaron
Entonces, las manos fueron pasos recorriendo los caminos que en la Física encontraron.

El tiempo se detuvo un instante.....

Unos pasos...un lavabo.
Silencio... y un portazo.

Despertó el reloj.
Las cómplices risas su secreto...
Salió él....
Después ella....
Y ya no se cruzaron.

miércoles, 26 de enero de 2011

El tipo serio del BMW gris

Sumergida en la vorágine de la ciudad, se escuda tras su pecera de cristal tratando de permanecer ajena al ritmo enloquecedor de las calles madrileñas. Se siente extraña en este universo de asfalto y neón, donde el tiempo aprisiona las almas de los incautos. El semáforo rojo detiene su huida, y posa la mirada esquiva a su alrededor: personas yendo de un lado a otro con gesto inexpresivo y mirada ausente, coches a uno y otro lado, edificios parpadeando, frío mezclado con el humo de los tubos de escape... Algo la sobresalta en esta gélida mañana... Una de esas miradas espesas y lánguidas, no le resulta extraña, como si la hubiera visto muchas veces, parece buscar ayuda ... Varios coches más allá, el tipo serio del BMW gris clava su ojos en los suyos, la ha visto, la ha reconocido y suplica unas gotas de entendimiento, de escucha desde lejos... No puede dárselo, tendrá que indagar en su interior. Cómo añora los brazos de su amado apoyado en su espalda, envolviéndola con un abrazo infinito que le cruza el pecho, y en el que se siente tan segura.

Pero... es tan triste esa mirada... Quedaron grapados en su memoria esos ojos lánguidos de largas pestañas. Profundos como un dolor viejo y denso. Enmarcados por un rostro cualquiera que se confunde con la neblina de las primeras horas 'Estoy atrapado en mí mismo... Sálvame...' Ojos de fracaso, de renuncia a seguir luchando, de desesperación, de absurdo, de atardecer amargo, de existencia de papel mojado... Quizás vaya a una triste reunión de hombres tristes,  hombres tristes y grises de elegantes trajes de Armani, tristes corbatas de seda gris que vigilan las líneas hieráticas de camisas almidonadas ... Y le espera una existencia gris, una mujer que se volvió gris de tanto esperar nada, y una lujosa casa de paredes grises.

Un gesto. Un sólo gesto habría bastado para sacarle de allí, pero no le correspondía a ella hacerlo. Tendría que aprender por sí mismo. No había vuelta atrás para él: había visto, en una ráfaga de cordura loca, que quizás otra vida... otro calor... otro color...

El semáforo ya está verde, se reanuda la marcha congelada. El tipo gris al otro lado de la calzada va quedando atrás, su mirada aún pegada en su rostro desaparece engullida por el retrovisor. Hace frío fuera y Sorane quiere volver a casa.

miércoles, 19 de enero de 2011

Para llegar aquí

Vestida con su ausencia, caminaba descalza tratando de sentir un suelo que parecía tan lejano. La luna quería abrazarla, pero Sara temía borrar la huella que le dejaron sus besos ¿Habría sido un sueño? Volvería a verle en pocos días, tras una eternidad de silencio. La realidad no era nítida, pero sí su recuerdo.

Cuantos pasos quebrados sobre escalones de papel. Cuanto amor derramado por las grietas de la media verdad. Cuanta lluvia estéril, lágrimas negras que se evaporaron sin dejar rastro. Cuanto caerse una y otra vez por el arcoiris roto. Cuanto buscar la pieza para completar el puzzle. Y él se la trajo sin más, se la colocó a Sara sobre la palma de la mano muy suavemente, y le dobló los dedos uno a uno, para que la hiciera suya, y envolvió con sus manos un pacto de no palabras donde crecería la semilla de una nueva existencia.

Y todo parecía tan fácil ahora... con él todo era fácil.
Hasta lo más absurdo se tornaba hoy lleno de sentido. Todo lo que pasó tenía q ocurrir para llegar hasta aquí. Si no, él habría pasado a su lado como una sombra, y no se habrían reconocido ¡No se habrían reconocido!

Estuvieron juntos hace tanto tiempo que hasta el mar lo olvidó. Se quisieron tanto que prometieron no detenerse hasta volverse a encontrar. Atravesaron mundos, entre luz y oscuridad, entre imaginación y realidad, tiempos dispares... y la inquietud siempre les hostigaba. Una vida tras otra, hasta llegar a este momento. Se encendió la memoria y Sara le reconoció tras el profundo latido que inflamaba su pecho.

Tantas piedras hubo que pulir, tantas cenizas revivir, tantos colores recorrer, para llegar aquí. Podían acariciar el horizonte, pintarlo como quisieran al ponerse el sol. Se elevaban sobre la tierra, erguidos hacia el cielo. Los ojos de Sara dormían en los de él, con una calma que no había conocido antes. Su cuerpo flotaba en medio de una paz inusitada, un mar de confianza donde no cabía más que amor.