Vestida con su ausencia, caminaba descalza tratando de sentir un suelo que parecía tan lejano. La luna quería abrazarla, pero Sara temía borrar la huella que le dejaron sus besos ¿Habría sido un sueño? Volvería a verle en pocos días, tras una eternidad de silencio. La realidad no era nítida, pero sí su recuerdo.
Cuantos pasos quebrados sobre escalones de papel. Cuanto amor derramado por las grietas de la media verdad. Cuanta lluvia estéril, lágrimas negras que se evaporaron sin dejar rastro. Cuanto caerse una y otra vez por el arcoiris roto. Cuanto buscar la pieza para completar el puzzle. Y él se la trajo sin más, se la colocó a Sara sobre la palma de la mano muy suavemente, y le dobló los dedos uno a uno, para que la hiciera suya, y envolvió con sus manos un pacto de no palabras donde crecería la semilla de una nueva existencia.
Y todo parecía tan fácil ahora... con él todo era fácil.
Hasta lo más absurdo se tornaba hoy lleno de sentido. Todo lo que pasó tenía q ocurrir para llegar hasta aquí. Si no, él habría pasado a su lado como una sombra, y no se habrían reconocido ¡No se habrían reconocido!
Estuvieron juntos hace tanto tiempo que hasta el mar lo olvidó. Se quisieron tanto que prometieron no detenerse hasta volverse a encontrar. Atravesaron mundos, entre luz y oscuridad, entre imaginación y realidad, tiempos dispares... y la inquietud siempre les hostigaba. Una vida tras otra, hasta llegar a este momento. Se encendió la memoria y Sara le reconoció tras el profundo latido que inflamaba su pecho.
Tantas piedras hubo que pulir, tantas cenizas revivir, tantos colores recorrer, para llegar aquí. Podían acariciar el horizonte, pintarlo como quisieran al ponerse el sol. Se elevaban sobre la tierra, erguidos hacia el cielo. Los ojos de Sara dormían en los de él, con una calma que no había conocido antes. Su cuerpo flotaba en medio de una paz inusitada, un mar de confianza donde no cabía más que amor.
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