
Tomamos una caña con ella y su banda antes del concierto, conozco a Mario y a Tony, guitarra y batería oficiales. Y tras la música pasamos largos momentos en su compañía, no está tan mal la noche madrileña. Descubro un corazón gigante disfrazado de bohemio en la piel de Tony Jurado, excelente músico, pero sobre todo, excelente persona. Trato de explicarle lo que es la Antroposofía, entre espirales de humo y alcohol. La noche y el día no son tan ajenos, prometo enseñarle el próximo mercadillo de la Escuela Micael, todos los niños deberían tener acceso a la pedagogía Waldorf... Espero que sea el principio de una gran amistad. Mario y Rebeca escuchan curiosos, la noche pasa de largo cuando no siento frío. Tony nos lleva hasta donde aparcamos el coche y al despedirnos me regala una darbuka ¡Qué ilusión! ya no tengo excusa para no practicar los ritmos africanos que aprendí este verano y que tanto me gustan.
Volvemos a casa entre risas, enseñaré a Ana a tocar el yembé y recorreremos el mundo al ritmo de los tambores... El frío va reapareciendo según llego a mi destino, los miedos se agazapan bajo el colchón y los recuerdos pegados a las sábanas me muerden sin piedad. El Reiki me ayuda a conciliar el sueño, caricia del universo... cierro los ojos y me duermo enseguida, arropada por el calor de la amistad, que siento a pesar de la distancia.
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