lunes, 14 de junio de 2010

Lhasa: el vuelo del último ángel

Querida Lhasa, cuantas lágrimas he derramado por tu partida. Tendré que llenar la irreparable ausencia con el esplendor de tu maravillosa música.  La luz que irradiabas prende ahora del cielo, salpicando de alegría la noche oscura. Estúpido llanto, no acabo de entender. Tú misma contabas cómo tu padre te explicaba que nacimiento y muerte, principio y fin, no son sino partes de un mismo círculo. Lo sé, pero es doloroso renunciar a la presencia de un ángel cuyas alas acariciaban nuestras almas desde la aparente distancia. Tenías sólo 37 años.  Y una dulzura exquisita en cada gesto, que bailaba con la poderosa voz de una presencia que trascendía lo humano. Amor verdadero transmitido en cada acorde, en cada palabra derramada al viento, en cada verso declamado antes de los conciertos... Amor en esa belleza extraordinaria y transparente, amor en tu perenne sonrisa... Y sensibilidad extrema que casi dolía al percibirla.

Te arropaste con el manto negro de la medianoche, el pasado 1 de enero. Se fue la bella y sensible, la dulce Lhasa. Más cerca del cielo que de la tierra, te rebelaste ante la tiranía del cuerpo y volaste libre. Sé feliz estés donde estés, gracias por haber sido, y por habernos dejado tu música para siempre.




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