domingo, 28 de diciembre de 2008

Sorane en el reino de las crisálidas (III)

El cielo cambió de color, a un violeta denso matizado con reflejos rosas y anaranjados. Un abismo quebró sus pasos, en lo que parecía el fin del mundo. El suelo desapareció bajo sus pies, el vértigo sacudió su estómago y la empujó a tierra, necesitaba aferrarse a ella antes de perderla de vista. Entonces surgió de entre las cortinas de niebla un ave gigantesca, un águila de alas tan grandes que parecían cortinas que cerraban el día. Dio tres vueltas en el aire antes de posarse en el borde de la sima. No habló, clavó sus ojos en los suyos y movió ligeramente la cabeza indicándole que subiera a su espalda. Así lo hizo, hundiéndose en el suave lecho de plumas, a las que se sujetó con fuerza. Atravesaron las nubes moradas, y tomando un pedazo de una de ellas, lo metió en su boca, lo saboreó y lo tragó. Un intenso sabor a fruta adamascada se apoderó de sus sentidos, y por un instante, se proyectaron en su mente imágenes de tiempos que habrían de llegar, extraños sueños de mariposas humanas, de telarañas de filigrana, de castillos de marfil erguidos en el cielo, de niños de cabeza enorme sobre diminutos cuerpos cubiertos de escamas, de amaneceres con 3 soles que competían en brillo y luminosidad, de mares en cuya superficie caminaban seres de cuerpo transparente… cuando abrió los ojos, la noche había engullido todo atisbo de color, y en medio de la oscuridad, como un oasis en el que refugiarse, se erguía una gran roca de cuarzo verde que emitía una extraña luz que extendía su brillo como una luna anclada en el suelo. Allí fueron a parar, sus pies ingrávidos buscaban la tierra firme, pero un espeso calor la empujaba hacia arriba. Guardó en la bolsa de cuero la pluma blanca que le entregó su bienhechora antes de perderse de nuevo entre la bruma. Y así, flotando sobre aquel ambiente onírico, continuó en busca de una nueva señal que le indicase por dónde seguir...




Incluso si debo soltar tu mano
sin poder decirte hasta mañana
nada deshará nunca nuestros lazos...
Incluso si tengo que irme lejos
cortar puentes, cambiar de tren
el amor es más fuerte que la pena...
El amor que hace batir nuestros corazones
exaltará este dolor
transformará el plomo en oro...
Te quedan tantas cosas bellas por vivir...
Verás al final del túnel
dibujarse un arco iris
y reflorecer las lilas...
Tienes tantas cosas bellas ante ti...
Aunque me encuentre en la otra orilla
hagas lo que hagas, te suceda lo que te suceda
yo estaré contigo como otras veces...
Aunque partas a la deriva,
el estado de gracia, las fuerzas vivas
volverán antes de lo que crees...
En el espacio que une el cielo y la tierra
se oculta el más grande de los misterios
Como la bruma que vela la aurora
hay tantas cosas bellas que aún ignoras...
la fe que mueve montañas
la fuente blanca de tu alma
Piensa en ello cuando duermas:
EL AMOR ES MAS FUERTE QUE LA MUERTE...

martes, 16 de diciembre de 2008

Sorane en el reino de las crisálidas (II)

Faltaban apenas 9 días para que se hiciera la noche en el día. Sorane había esperado este momento cientos de años.
Cuando dudaba, acariciaba la piedra azul que la acompañaba desde sus días de princesa del océano, clavada en la cajita de madera donde dormía la tristeza sin ser cautiva. Y aquella le susurraba melodías, de una belleza demoledora, grabadas entre sus vetas por las hermanas acuáticas, para ayudarla a recordar el camino.
Si el cansancio hacía mella en sus piernas, las ondinas surgían de las aguas y vertían en sus labios aquel elixir verde que la llenaba de vitalidad. Y la animaban a seguir adelante, pues los lazos que las unían eran muy fuertes, y ningún embrujo podría romper ese vínculo.
Hermosos valles y escarpadas montañas debía atravesar. Ella confiaba, y la vida le devolvía su fe en forma de regalos que la ayudaban a avanzar. Ante sus ojos se extendían interminables llanuras doradas por el sol, de espigas que peinaba el viento. Un mar de trigo que se tornaba un desierto casi infranqueable para la cansada viajera. Entonces, ante ella apareció un unicornio blanco con pezuñas y crin de plata, engalanado con una preciosa silla de seda y terciopelo, ribeteada con esmeraldas y rubíes. Se postró ante la joven y le rogó que montara sobre su lomo. Y, sujetando las riendas de madreselva, atravesaron aquel páramo en un abrir y cerrar de ojos. Y despidió a su amigo con un abrazo, sintiendo en su interior el profundo dolor que arrastraba aquel mágico ser en su eterno vagar por aquellos parajes, ayudando a los viajeros perdidos a cruzar al otro lado. Y así aumentaba la tristeza, que empezaba a pesar demasiado en su bolsillo de lana… El unicornio lloró una lágrima de sangre, que se convirtió en rubí, y que entregó a Sorane para que lo guardara en el zurrón que habría de llevar hasta el reino de las crisálidas...


viernes, 12 de diciembre de 2008

Sorane en el reino de las crisálidas (I)

Sorane caminaba en el río, el agua por los tobillos, el frío era tan intenso que si el pez diablo que habitaba aquel arroyo la mordiera no sentiría sus dientes atravesar la piel. Disfrutaba con el chasquido de los pies al romper la quietud del espejo plateado que guardaba imágenes tan diferentes. Los largos cabellos envolvían el cuerpecillo de nácar, el viento los quería para sí y la hacía zozobrar.

La tristeza en el bolsillo, en la cajita de madera. Se dirigía al reino de las crisálidas, donde habría de entregársela a la reina oscura para que rompiera el maleficio. Este se perpetuaba en el tiempo, nadie alcanzaba a recordar cuando ocurrió aquella desgracia, al atardecer de un extraño día naranja en que el sol se escondió por unos instantes tras una profunda máscara negra. En que las aves perdieron el rumbo, las mareas se detuvieron y sólo los cíclopes entendían aquellos extraños sucesos.

Irguiéndose desde el fondo del océano, el gigante de barro hizo temblar el mundo cuando caminaba en busca de la heredera del arrecife blanco, la sirena silenciosa de labios de coral y mirada perdida. Soñaba con viajar al país de los humanos, pasear por los bosques y conocer a las criaturas que los poblaban.
Cuando el coloso la encontró, sentada sobre una roca, cantando a las gaviotas en aquel idioma extraño, le entregó una caja de ébano, con una lágrima de lapislázuli incrustada en la superficie. Y le habló así: “Querida niña, ha llegado el momento de entregarte la llave del destino que tanto has llamado. Ahora no será un sueño, y no podrás cerrar los ojos pensando en volver a la paz del mar. Cuando la llave gire en la cerradura, algo cambiará para siempre, la tristeza quedará liberada de su cautiverio y la servirás por el resto de tus días a cambio de que tu deseo se vea cumplido. Podrás vivir entre los humanos como uno de ellos, pero tu corazón llorará hasta el final de los tiempos, pues como castigo a tu desprecio por el designio de los dioses, habrás de vagar en el mundo de los hombres eternamente, añadiendo al tuyo el sufrimiento de tantas vidas que se crucen en tu camino. Sólo en el día 7 del año 999 de la era de vulcano habrá una oportunidad para cambiar el curso del destino, cuando el sol se oculte de nuevo, cuando las aves vuelvan a perderse y las mareas se detengan otra vez. Y la sirena tomó la llave, la introdujo en la cerradura de bronce y la giró, liberando una tristeza a la que habría de custodiar sin tregua, en el devenir que se iniciaba tras este ritual...




martes, 2 de diciembre de 2008

El sabor de la sal

La sal se pegaba en su delicada piel al evaporarse las lágrimas. Su rostro de alabastro se tensaba entonces, huyendo de la muerte. La lengua tanteaba el espacio alrededor de unos labios fríos y tersos como una ciruela madura, buscando ese gusto salobre que la devolvía al mar. Pesaba tanto la tristeza… Ni siquiera el cielo era capaz de asomarse, envuelto en una náusea blanca. También su estómago sintió la sal, se revolvió, quiso huir, pero ¿de qué?

Aquella cabeza aplastada bajo las ruedas de un mal sueño hirió su memoria de ninfa ajena al tiempo; sólo le quedaba desaparecer… Quizás en un coche, precipitándose a ninguna parte, deprisa, deprisa, más deprisa… La noche era un gran vientre donde perderse, como un océano que la esperaba con los brazos abiertos. Un anhelo cuyas raíces se remontaban a tiempos olvidados de los hombres, crecía en su interior como un monstruo de Miyazaki, devorándolo todo. No, no era malo, nada es lo que parece. Era solo una gran sombra insatisfecha, a la que había que cuidar, mimar, pues era el hilo de oro si no se desbordaba, el gran maestro, la fuente de la que siempre manaba sabiduría.

Mariposas blancas levantaron los hilos para elevarla sobre su destino. Su cuerpo ya no era su cuerpo, había olvidado su camino. Las rosas rojas del jardín se cerraron sobre sí mismas desafiando a lo previsible, y clavaron sus espinas al viento, que derramaba su gemido como se esparce la lluvia sobre el suelo.

El intenso brillo de sus ojos lo había robado años atrás un duende, triste y taciturno, para calentar su hogar. Y sin la luz vagó sobre la faz de la tierra buscando en el rocío de las flores, en la miel de los besos fugaces, en las danzas alrededor del fuego, incluso intentó alcanzar una estrella… ‘Pero niña’-le decía el gran sapo de la ciénaga de estaño- ‘no es ahí donde la hallarás, sino en el silencio oscuro. Allí se oculta la verdad esquiva que el duende que no se atreve a ser mago te niega y se niega. En el rincón más profundo de su cueva él se encoge, intentando retenerla en su seno, alimentándose a medias con esa exigua llamita a punto de extinguirse. Entonces será tarde, una capa de hielo lo cubrirá todo, helará nuestros corazones, pintará los abetos y la nieve de azul, y borrará el arco iris que aún hoy asoma tímido en el horizonte’.


martes, 25 de noviembre de 2008

A la luz de Teosofía

de Rudolf Steiner
La lectura de la Teosofía de Steiner ha supuesto un importante punto de inflexión, una parada en el camino. Ha coincidido con relevantes acontecimientos en mi vida, como la muerte de mi amiga Pilar, con sólo 34 años. Aquí quedan sus 2 pequeños, atrás la terrible enfermedad. He de reconocer que no tuve valor de ir a verla esos últimos días, fue del todo imposible vencer el pavor que paralizaba mis miembros, el temor de enfrentarme a lo que podía ser un espejo de mi propio destino.


Mientras el dolor y el miedo amenazaban con arrastrarme a las tinieblas, mi pensamiento luchaba por ponerme a flote, buscando entre las páginas de Steiner una balsa hacia la esperanza. Entonces traté de imaginar cuál podría ser el camino que ella estaba recorriendo como parte de este largo viaje. Y entendí su serenidad, su incomprensible equilibrio en los últimos días de estancia en la Tierra; y me alegró mucho comprender que era porque su espíritu estaba preparado para elevarse, y su alma había iniciado la limpieza de lo material, como en el proceso alquímico en el que la sustancia bruta se va desprendiendo de lo innecesario en su paulatina conversión en oro. Mi sufrida alma encuentra un consuelo, la muerte ya no se presenta como negra y vacía, sino como un puente hacia la superación.

En medio de este huracán emocional, luchando entre las olas de un negro y devastador océano, aferrada a mi pequeña balsa de esperanza, consigo seguir caminando.

El último eclipse de luna había ejercido un poderoso efecto sobre mí, rescatando antiguos temores que aún no habían sido superados. Supuso una oportunidad para la reconciliación con el pasado, y para recuperarlo en forma de conocimiento a aplicar en el presente.

En aquellos días, una información inesperada llegó a mis manos: Steiner murió de cáncer. Es un golpe difícil de asimilar, no entiendo nada y nada de esto tiene sentido. De repente, todo se esfuma, se desvanece en el tiempo… Cómo es posible… Porqué se entregó a la muerte de forma prematura… Porqué la ciencia espiritual no le llevó por otro sendero… Me encuentro en medio del laberinto, con el Minotauro acechando en cada esquina. Un enorme vacío me devora, y ni siquiera soy capaz de escribir un pequeño comentario acerca del libro, y mucho menos de embarcarme en otra lectura antroposófica. Me planteo incluso abandonar la formación. La enfermedad vuelve a morderme, quizá para hacerme consciente de que estoy viva. De ello hace poco más de un mes, un mes de olvido y convalecencia. Olvido necesario para saber qué queda realmente.


El otro día, rebuscando entre mis libros, encuentro los “ejercicios preliminares”, y una fuerte intuición me dice que su utilidad está por encima incluso de su creador, y me propongo ejercitarme en ellos, y la esperanza vuelve con fuerzas renovadas. De nuevo me aferro al hilo de oro y salgo del caos. De nuevo me reconcilio con la lectura, aunque sea de un libro leído al menos en dos ocasiones, pero seguro me sorprenderá una vez más: ‘Cómo curar cuerpo, alma y espíritu’, que presenta una clara exposición de la concepción del ser humano tripartito como base de la medicina antroposófica , y cuyo título supone un bálsamo en sí mismo.


lunes, 24 de noviembre de 2008

Aviso para navegantes sin timón, sin riendas en su vida

Por Carmucha
--Mi querida Carmucha escribió este texto como comentario a un post reciente. Me pareció tan bonita la historia que la traigo aquí para que la disfrutéis. Gracias, amiga--

En un reino encantado donde los hombres nunca pueden llegar, o quizá donde los hombres transitan eternamente sin darse cuenta... En un reino mágico donde las cosas no tangibles se vuelven concretas... Había una vez...un estanque maravilloso. Era una laguna de agua cristalina y pura, donde nadaban peces de todos los colores existentes y donde las tonalidades del verde se reflejaban permanentemente... Hasta ese estanque mágico y transparente se acercaron a bañarse haciéndose mutua compañía, la tristeza y la furia. Las dos se quitaron sus vestimentas y, desnudas las dos, entraron al estanque. La furia, apurada (como siempre está la furia), nerviosa -sin saber por qué- se bañó rápidamente y, más rápidamente aún, salió del agua... Pero la furia es ciega o, por lo menos, no distingue claramente la realidad; así que, desnuda y apurada, se puso, al salir, la primera ropa que encontró. Y sucedió que esa ropa no era la suya sino la de la tristeza. Y, así vestida de tristeza, la furia se fue. Muy calma y muy serena, dispuesta como siempre a quedarse en el lugar donde está, la tristeza terminó su baño y, sin ninguna prisa (o, mejor dicho, sin conciencia del paso del tiempo), con pereza y lentamente, salió del estanque. En la orilla se encontró con que su ropa ya no estaba. Como todos sabemos, si ha algo que a la tristeza no le gusta es quedar al desnudo, así que se puso la única ropa que había junto al estanque, la ropa de la furia. Cuentan que, desde entonces, muchas veces uno se encuentra con la furia, ciega, cruel, terrible y enfadada; pero si nos damos tiempo de mirar bien, encontraremos que esta furia que vemos es sólo un disfraz y que, detrás del disfraz de la furia, en realidad, está escondida la tristeza.

Elena, veo mucha tristeza disfrada de furia. Lástima que no esté dispuesto a ser consciente.



jueves, 20 de noviembre de 2008

El beso de la sirena

de Andrea Camilleri

No todas las historias de sirenas acaban mal. Es esta una bella fábula que se mueve en una realidad mágica, y que intenta transmitir el mensaje de que sólo el amor puede lograr lo supuestamente imposible. Maruzza y Gnazio, el mar y la tierra, lo aparentemente irreconciliable, construyen la historia de su vida siendo ellos mismos, sin más.
Reminiscencias de la mitología griega se mezclan con la cotidianeidad de la gente sencilla. Anhelos espirituales y deseos mundanos, todo va a parar al mismo lugar. Y como dice el autor, "a veces hay que cerrar los ojos para ver las cosas encantadas, aquellas que normalmente, con los ojos abiertos, no se pueden ver".

Un soplo de esperanza para los que duden que la felicidad es posible. Que la disfrutéis.

Sinopsis
rase una vez, en una tierra junto al mar, una bellísima mujer llamada Maruzza Musumeci. Se decían muchas cosas de Maruzza, rumores a voces que quizás explicasen por qué a pesar de su belleza no había encontrado aún con quién casarse. Maruzza hablaba en griego con su abuela; no era una muchacha como las demás; parecía el personaje de una fábula; transmitía con sus ojos y su voz la perturbadora sabiduría que traen y llevan los siglos. Maruzza era una sirena.
Pero la historia comienza en realidad con Gnazio, que emigró a América y volvió a Vigàta tras veinticinco años de ausencia. En Nueva York trabajó como jardinero y, tras una caída desgraciada, decidió regresar a su Sicilia natal y comprar un trozo de tierra con un olivo milenario del que se había enamorado. Sólo le faltaba una mujer.
Maruzza y Gnazio, la tierra y el mar, no vivieron una historia de amor imposible... como tantas otras. Primero fue la boda, después la familia y, año tras año, el milagro de conjurar lo que parecía contrario, para tantos irreconciliable.Andrea Camilleri, el aclamado creador del comisario Montalbano, abandona el género negro para crear una obra que une magia y realidad y que rescata el mito de Ulises y el cuento de Andersen. Una historia plenamente contemporánea, que nos habla de cómo vivir con lo que nos resulta extraño, ajeno y contrario.'


miércoles, 19 de noviembre de 2008

Los sabios de piedra

Hoy soy yo quien va en busca de la montaña. Tiene respuestas que yo no recuerdo, el ruido que a veces me envuelve me impide escuchar a mi Baba Yagá. La intuición se oculta tras las rocas, está allá arriba, tan alta como aquel buitre leonado que me saluda con su danza de viento.

Me gusta oír el crujido de la arena bajo mis pies, en el camino hacia arriba. La agitada respiración me recuerda lo duro que resulta el ascenso...

Un alto en el camino, en busca del difícil silencio. Muchos seres pasaron por aquí, y dejaron su huella en las rocas, que me observan desde la grada. Un gigante de granito reflexiona eternamente, quizás Rodin estuviera aquí, o quizás Camille Claudel, sentada en esta misma piedra, con esta misma mirada, con la misma pregunta, el mismo sol sobre sus cabellos... Cabezas parlantes susurran al que escuche atento, desvelándole secretos de su henchida memoria.

El olor a jara se mezlca con el de romero y cantueso, el Sol colorea mis mejillas. Un simpático frailecillo comparte mi descanso y mi comida. Y sigo caminando, siempre hacia delante. Y el paisaje es cada vez más rico, la panorámica más sobrecogedora, las figuras de las rocas más elaboradas, las formas más sugerentes, la soledad más enriquecedora. Los sentidos embriagados, un potente aroma a hongos me empuja hacia la tierra, me frenan las doradas agujas que la cubren.

Amables pinos extienden sus ramas en un abrazo de bienvenida. Me traslado a aquellos bosques de mi infancia, en pugna con las albas dunas, caprichosas y frágiles, de Punta Umbría. Donde nos perdíamos para encontrar nuestra naturaleza salvaje, y recolectar plantas, y observar a sus pequeños habitantes... junto a la interminable playa de arena blanca, suave y envolvente, en cuyo mar se sumergía la pequeña Diana, dispuesta a cazar toda clase de moluscos... Historias de morenas voraces, de feroces pulpos que engullían a los marinos incautos; de la traicionera marea capaz de arrastrarnos a las profundidades bajo su apariencia sosegada; de peces venenosos que ocultan sus espinas bajo el fondo silencioso; tiburones gigantes que vienen por la noche a devorar al que ose traspasar sus dominios... Todo ello convertía al mar en el lugar más fascinante que pudiera existir, y sumirse en él, la aventura más seductora.


jueves, 13 de noviembre de 2008

Imposible dormir...

La luna entró anoche por la ventana y se posó en mi almohada. Era tan intensa la luz que apenas podía cerrar los ojos ¿Es que el Sol hoy no puede dormir? pensé. Pero no, era la gran dama blanca presidiendo la noche, guiando nuestro sueño. Miraba hacia arriba y estaba allí, sobre mi cabeza, desafiando a la oscuridad. Sentí frío y me encogí bajo el edredón de plumas, ahora transparente. Imposible dormir...

“Nous ne voulons pas d'un monde où la certitude de ne pas mourir de faim s'échange contre le risque de mourir d'ennui. L'ennui est contre-révolutionnaire. Oubliez tout ce que vous avez appris. Commencez par rêver. Soyez réalistes, demandez l'impossible."

Graffitis Parisienses - REVOLUCIÓN DE MAYO 1968



miércoles, 12 de noviembre de 2008

El soldadito rojo

El soldadito rojo giraba sobre sí mismo una y otra vez, fusil en mano, mientras silbaba la melodía de siempre. ¿Dónde estaría su preciosa muñeca de porcelana? Brillaba tanto con el vestido blanco de tul… Y esa sonrisa capaz de atravesar montañas… no podía borrarla de su imaginación. Quizás estuviese bromeando con Pipo, el peluche ciego de un solo brazo que tanto gustaba a Roberto, el niño de la casa. Quizás la cortejaba en su ausencia, pensar en ello le hacía ponerse morado, verde, azul…

Cuando ella bailaba, todo se iluminaba a su alrededor, y sonaba aquella preciosa canción de Dr. Zhivago. Sus delicados pies envueltos en cintas de seda parecían elevarse sobre el suelo. Cuando pestañeaba, se oían suspiros por aquí y por allá. Al pequeño soldado le latía el corazoncito de plomo como si quisiera salir volando tras ella.

Ella le amaba, aunque casi nunca podían encontrarse, pues vivía en el estante azul de madera, ribeteado con aquel hermoso encaje que tejiera la abuela de Roberto, y es que los juguetes más valiosos tenían ese privilegio. La cajita de música con caracolas incrustadas que le trajera mamá de su último viaje, el camión de bomberos de hojalata, que tenía una manivela para mover la escalera, el dominó de nácar del abuelo… Todos compartían aquel espacio, y se llevaban bien. Y en el extremo opuesto de la habitación, vivía el soldadito, en un enorme baúl forrado con esa bonita tela de rosas, donde terminaban el día casi todos los juguetes de la comunidad.

El soldadito rojo giraba sobre sí mismo una y otra vez, fusil en mano, no sabía que estuviese cargado antes de aquel disparo ¡Qué estruendo! A él le gustaba el silencio, sólo perturbado por aquella melodía que le ensimismaba ¿Dónde estaría su preciosa muñeca de porcelana?

Los restos de la bailarina yacían dispersos bajo la mesa, antes de que él pudiera verla alguien habría venido a barrerlos, no sea que Roberto fuera a hacerse daño. Cuando oyó el ¡booom! ya caía en picado hacia el suelo, antes de entender lo que había ocurrido se había roto en mil pedazos, ya no era nada. Pronto ocuparía su lugar en la estantería azul una flamante muñeca rusa de porcelana, de hermosos y ensortijados cabellos, ataviada con un rico vestido de lana y un chal bordado con hilo de oro.

El soldadito rojo giraba sobre sí mismo una y otra vez ¿Dónde estaría su preciosa muñeca de porcelana?

martes, 11 de noviembre de 2008

La marée haute

Sus fuerzas se desvanecían, su cuerpo se tornaba una marioneta sin hilos, una vela sin mástil, una mariposa sin alas… y el miedo se abría camino. Sí, aquél desconsiderado capaz de morderle el estómago cuando menos lo esperaba. Ayer sonreía al viento que acariciaba sus mejillas, bailaba sobre el agua, sobre el fuego, sobre los cristales rotos sin cortarse. Hoy suspira mientras naufragan los sueños. El futuro está fuera de su alcance, no sabe si algún día llegará.

Qué futiles se ven los avatares que rompen la rutina, cuando la vida camina con los pies rotos. Y qué absurdos tantos desencuentros estériles, tantas palabras afiladas, tanta niebla en la penumbra del no-día, la no-noche.
Le obsesiona la idea de ser engullida por el silencio, por el olvido. Empieza a ser un estorbo para sí misma, pesa tanto… Entonces se eleva sobre su piel, sobre los tejados de su historia, inspeccionando un nuevo territorio que habrá de descubrir en un tiempo no muy lejano.
Necesita más aire para sentir que aún está aquí, la ruidosa respiración pretende derrotar al silencio.

Las miradas son espejos que no quiere ver, y dirige la suya hacia dentro, intentando encontrar una salida. Mañana se encontrará mejor…


La route chante quand je m’en vais
Je fais trois pas… la route se tait
La route est noire à perte de vue
Je fais trois pas… La route n’est plus
Sur la marée haute je suis montée
La tête est pleine mais le cœur n’a pas assez...



domingo, 9 de noviembre de 2008

La vida es bella

Concierto de cine. Las bandas sonoras de nuestras vidas en las 12 cuerdas que gemían en el escenario. Qué bonito, algunas de mis musicas favoritas: Lo que el viento se llevó, La vida es bella... Precisamente ayer volví a ver esa preciosa película, que lección tan importante, cómo nos complicamos la existencia inutilmente cuando todo podría ser tan sencillo... Las historian pasan, las personas vienen y van, sólo el amor permanece, inalterable, como pilar fundamental de nuestras vidas.

Los angelitos de lana revolotean sobre mi cabeza, no sé cuantos hice en la mañana de ayer, mientras conversaba con mis amigas, cuanto tiempo sin verlas, qué alegría. Antonia, Natividad, Lourdes, Rosa... tengo tanto que aprender de ellas, y tanto que compartir... Me encantan esas reuniones prenavideñas, el té de media mañana, que las pequeñas de 6 años se encargan de servir "espera, este es el tuyo", y me echa una cucharada más de miel y una sonrisa cómplice ¿porqué los niños son tan sabios? porque todavía recuerdan...

El brillo en los ojos de María Jezabel, el entusiasmo de los padres nuevos, la maestría de algunas mamás que nos regalan su sabiduría, los pequeños repartiendo galletas, me los traería a todos a casa... los más mayorcitos jugando fuera, el Sol acompaña. Claudia practicando escalada en los árboles, Mikel con su mano vendada, Celeste se quiere venir de nuevo con nosotros... que grupo tan simpático forman. Es precioso contemplar su evolución, con tropiezos y avances, pero con un potencial enorme que se va desplegando con tan solo despejarles un poco el camino...

martes, 4 de noviembre de 2008

Aquél huevo de nácar

Necesito retornar al agua más a menudo de lo habitual, mis escamas duelen fuera del mar, y construyo un paraíso artificial con aroma de rosas y espuma sin olas. Allí sueño con volver a aquella playa que extiende su aterciopelada arena bajo mis pies, a aquellas aguas de un profundo turquesa donde un día escuché la lejana voz de los ancestros, recordándome mis orígenes. Esa playa en una isla cualquiera del Mediterráneo. Donde soñé que hace muchos, muchos años, cuando el hombre habitaba la tierra como una bruma transparente, unos seres alados que viajaban desde una remota constelación, dejaron caer un pesado huevo de nácar sobre esa misma playa. El Sol lo calentó, hasta que la nívea cáscara se abrió para dejar salir a aquella criatura de sal, mitad mujer, mitad pez, que se arrastró sobre la arena para sumergirse en el preciado elemento. Y fue feliz durante miles de años, nadando con los delfines y cantando con las gaviotas sobre los arrecifes, mientras el viento jugaba con sus cabellos de caracola que el sol se entretenía en pintar de vez en cuando. Su piel permanecía suave y tersa, pues el tiempo no existía. Un día se preguntó qué habría más allá del océano, y pidió al cielo 2 piernas para caminar sobre la tierra, donde recorrería el mundo en busca de su lugar, pues existía un lugar especial para ella, en alguna parte, en algún tiempo. Y desde entonces, viaja incansable por países y tierras lejanas, conociendo gentes y buscando historias que no la dejen olvidar de donde vino. Y se siente bien en cualquier lugar si hay un trozo de mar cerca, donde su alma crece hasta la próxima orilla.

lunes, 3 de noviembre de 2008

El mirlo de pico naranja

Fuera de las suaves sábanas de seda, el frío me deja sin respiración. La ducha caliente con olor a fresa me devuelve a la tierra, pero sigo envuelta en bruma y escarcha. Una infusión casi hirviendo lleva a cabo un segundo intento de entrar en calor. De pie junto a la ventana de la cocina, el día se presenta plomizo, las nubes más espesas que nunca, el horizonte borrado. El tiempo pesa y se pega a los párpados, sigo arropada por un sopor pegajoso que me confunde. Entonces aparece, como un mensajero de algún dios desconocido, el brillante mirlo de pico naranja. Se posa sobre el marco de la puerta, solemne, presidiendo alguna ceremonia que habré de descifrar. Me mira y le sonrío, me gustan las aves, y muy especialmente, estas. Mueve la cabecita y sigue allí, como el guardián del umbral, vigilando alguna realidad oculta al entendimiento. Mis manos se van calentando, la taza azul de porcelana china, llena de ardiente agua con melocotón y maracuyá, cumple su misión.

Entonces, como en un sueño, 7 mirlos negros de pico negro, que escupe el viento, se sumergen en la parra escarlata de la fachada, a apenas un par de metros de donde me encuentro. Los contemplo embelesada, su danza sacude las hojas, que cantan a la mañana antes de caer en un profundo letargo durante el invierno. Como abejas alrededor de jugosas flores, como colibrís que desafían al aire, repiten el baile en un intento de decirme algo. Por un instante, dudo si estoy o no despierta, este paisaje onírico me hace flotar sobre el suelo. Mientras tanto, el mirlo de pico naranja continúa su atenta observación, nada de intrusos en este juego. Permanezco allí horas, días, varias vidas...
Preciosa forma de comenzar el día, de volver de las estrellas, de despegar la noche de mi piel...


jueves, 23 de octubre de 2008

James Blunt: Chasing time


Precioso el disco de James Blunt, no innovador, sino sencillamente bonito. Sí, hace algún tiempo ya, pero ¿eso que importa? Me encanta esa voz de terciopelo, esa melodía sencilla, esas letras cercanas y melancólicas… Cómo disfruto en los atascos, escuchando la música a tope…

miércoles, 22 de octubre de 2008

La luz que se enciende

Las sonrisas brillan más cuando llueve. Algo se enciende aquí dentro para evitar desvanecernos en la penumbra. Momentos entrañables donde compartir el sonido de la lluvia, las ganas de volver a casa, las risas de última hora. Hemos creado equipo, aunque tan efímero… Begoña, Carlos y yo. Tan distintos y con tanto en común. Recordaré nuestro paso por el hotel negro, los espejos que ocultan el interior, las botellitas de agua, las ruedas de prensa en la sala de al lado, ese portero del atlético de Madrid cuyo nombre no recuerdo, las pastas de té tomadas furtivamente al pasar junto a los carros de aquel desayuno vip, mmm… cómo me gustan las pastas de té…los cafés junto a la fuente que invita a sentarse dentro, los cigarros de Bego bajo el acebuche, sentados como caracoles al sol sobre el granito que lo viste todo, las entrevistas de Carlos, mi encuentro con mi querida Laia… Lo que quede de esto es lo que nosotros queramos, seguro que algo podremos construir.

Qué pereza salir de la oficina, el viento sacude los recios olivos que vigilan la entrada ¿qué no hará conmigo?
Encogida como un gorrión en invierno, camino por el frío hasta el coche, y vuelta a casa. Y antes de llegar al pueblo, otra sorpresa me espera tras doblar aquella curva maldita que atravieso cruzando los dedos. Un hermoso arco iris se extiende entre el cielo y la tierra, pero ¿dónde estamos?¿arriba o abajo? la Maliciosa flota entre níveos algodones, todo parece suspendido sobre las nubes, qué sensación tan agradable… toco los asientos, siento el suelo bajo mis pies… estoy aquí.

martes, 21 de octubre de 2008

Gâteau de pommes de terre

Tantos años de ir y venir a Francia han dejado una profunda huella en mi. Esas tardes de otoño arremolinados junto al fuego del hogar, con el exquisito aroma de las tartas de Annick. De ruibarbo, de ciruelas… mi preferida siempre fue la de manzana. Con su amor silencioso, ella me preparaba varias, le gustaba ver mi expresión glotona cuando las colocaba en la mesa, y siempre insistía en que cogiera un trozo más.
Fuera, el frío silenciaba cualquier atisbo de vida. Paisaje de verdes infinitos que se van desnudando para dejar paso a naranjas, rojos, amarillos brillantes… escarcha de plata que lo envuelve todo… viento que juega con los cabellos del bosque, cantando a las hadas… Dentro, la chimenea encendida nos mantiene cerca los unos de los otros.

Me gustaba ayudarla a preparar la masa para el gatêau de pommes de terre, por la mañana, después de un copioso desayuno. Harina, margarina fría hecha trocitos, sal, una cucharada de agua… y el tiempo necesario para mezclar los ingredientes. Un delicioso olor va impregnando la estancia. Esa vieja casa de piedra no hubiera sido nada sin la cocina de Annick, que atraía a primos, hermanos y otros parientes no identificados, siempre había un motivo para la celebración.

Sigo preparando esta receta con el mismo cariño de entonces, y cada vez que lo hago me acuerdo de aquellos cálidos momentos. Si cerrais los ojos cuando estéis horneando el pastel, podréis ver aquella vieja chimenea de piedra, cubierta de hollín, testigo de tantos encuentros y desencuentros a lo largo de los años.

Se trata de una receta tradicional francesa, de la región de Auvergne. Es una de mis preferidas, espero que os guste.

Ingredientes

- Unas 4 patatas grandes
- 1 brick de nata de soja (200 ml)
- 1 manojo de perejil
- 1 cebolla
- 2 láminas de masa de hojaldre (si os animáis, preparad vosotros la masa)
- Sal, pimienta
- 1 huevo (opcional)

Preparación


Cubrimos un molde de quiche con una lámina de hojaldre. Pinchamos bien con un tenedor.

Pelamos las patatas y las partimos a rodajas finas, como para tortilla.
Picamos la cebolla a trocitos pequeños, y el perejil.
Mezclamos las patatas con la cebolla, el perejil, la sal y la pimienta.

Ponemos la mezcla de patatas en la fuente con el hojaldre, sin que sobrepase el borde, pues tardaría mucho en cocer. Añadimos por encima la nata de soja.
Cubrimos con la otra lámina de hojaldre, sellando bien el conjunto.

Con un vasito pequeño hacemos un agujero en el centro a modo de chimenea, desplazando ligeramente el disco de masa recortado. Pintamos con huevo batido y horneamos a 180ºC, aproximadamente 1 hora y media (pinchamos en el centro con un tenedor para ver si la patata está blanda, momento en que estará lista la tarta).

Bon appetit!



Hoy no ha salido el Sol

Hoy no ha salido el sol, y yo no me acabé de despertar. Esta mañana, los números patinaban en mi mente, se fundían con el gris de las cortinas, del plomizo cielo que parecía ir a caer sobre nuestras cabezas de un momento a otro, de la ávida moqueta que engulle cada paso y lo destierra al silencio, ese silencio ensordecedor que nos acompaña un día tras otro…
A veces me cuesta creer la realidad, y continuar el camino, sembrado de tantas piedras… Por la tarde, intento que me citen unas pruebas pendientes, 4 meses ya de retraso. Termino con lágrimas en los ojos, por la negligencia ajena, la impotencia, la desesperación que se manifiesta como tremendo dolor de cabeza.
Pero sólo hoy, porque el sol no salió.

Aunque cuando volvía a casa por la autopista, la música de Tom Waits a tope, el acelerador a fondo… el día me tenía reservada una sorpresa: un precioso disco naranja se desvanecía entre las montañas violetas del horizonte. Enorme y brillante, sonriendo en su despedida. Parecía que el coche iba a alzar el vuelo de un momento a otro, siguiendo la estela del astro luminoso, mientras un cariñoso calor acariciaba mis mejillas, desconcertadas ante un cuadro tan sublime.


miércoles, 15 de octubre de 2008

En lo profundo del Valle de la Luna

En lo profundo del Valle de la Luna, los relojes se detienen. A veces aparecen nubes negras y el cielo parece desplomarse.
En el Valle de la Luna, algo muere.
Me asaltan los temores más oscuros, el ritmo vital decrece, como presagio del Negro.
Sólo a veces.

Cuando sale el Sol, el Valle de la Luna derrama flores. Suena el agua. Suena el campo. Se percibe cada brizna de hierba acariciada por el viento. Una extraña conexión con el Mundo se establece. El Amor lo inunda todo, me posee. Soy una partícula más del Todo, y éste, un reflejo de mí misma. Necesito compartirlo.


lunes, 13 de octubre de 2008

La música


Si de algo no podría prescindir es de la música. Nada hay tan maravilloso, tan sublime. Para ordenar el caos, para expresar la alegría, la tristeza, el fuego, el agua, el hastío, el pasado, el futuro, la fuerza, el otoño, la pasión, el desamor, la esperanza… Nada me ha dado tanto como el piano, cada día somos más uno… La capacidad de escucha se multiplica, la sensibilidad para detectar los matices más pequeños se dispara. Todo el ser vibra con el mundo, con cada rumor del viento... el murmullo de las hojas en otoño, la lluvia en su encuentro con el mar, las pisadas sobre la tierra, aquel gato noctámbulo cuyo eco retumba en los tejados… La más mínima alteración en el tono de tu voz me desvelará tu enigma.
Me gusta el silencio al que me obliga su paciente estudio, y sentirme rodeada de otros músicos, con su receptibilidad fuera de lo común. Cada uno con su lucha, su grandeza y sus limitaciones, su perseverancia y su humildad. Continuamente dispuestos a aprender del otro, escuchando, brindando su apoyo...
Siempre hay una pieza que describe a la perfección nuestro estado de ánimo en un momento dado. La mía ahora es esta. Gracias, Eric Satie, por este precioso regalo.

miércoles, 8 de octubre de 2008

El cielo de Madrid

Algo maravilloso tenía que haber para que permanezcamos aquí, siempre al pie del cañón. Y es que no hay en todo el mundo un cielo como el de Madrid. Esta mañana, camino de la oficina, agradecía el tremendo atasco que me permitía contemplar esa explosión de color que nos regalaba el amanecer: azules, violetas y fuxias incendiaban las nubes de seda que abrían el telón de un nuevo y prometedor día.
¿Qué colores tendrá mañana? Ayer miraba anonadada la majestuosa esfera escarlata que asomaba por el este mientras pintaba un halo de dorados, naranjas y tenues rosados acariciados por un tímido azul. Cada segundo una transformación. Como una gigantesca cola de pavo real desplegada sobre la bóveda celeste, como un lienzo sobre el que la luz juega y reclama a nuestra adormilada conciencia.
Y me hace pensar en los brotes de primavera, en los que también se desplegaba el mágico arco iris, el puente entre dos mundos. Cuando asomaban, las hojitas del roble tenían todos los colores, el universo entero parecía condensado allí “Todo esta en Uno y Uno es Todo”. Y enseguida se fundían en un intenso rojo que se tornaba verde poco después. Increíble.
La magia se interrumpe al llegar al trabajo: decoración negra, paredes grises, cristales oscuros. Riguroso negro en la indumentaria del personal. El primer día resultó divertido, como un disfraz de Halloween. El segundo, algo forzado. El tercer día el abrigo verde manzana se aferró a mi cuerpo sin que pudiese evitarlo. Qué ignorancia cromática. Las caras se vuelven grises, demasiada introspección…
Pero… ¿Qué colores tendrá mañana el cielo? Es lo único que puede hacerme olvidar el mar, mi mar…

martes, 30 de septiembre de 2008

Una vegetariana en Roma

No llegamos al aeropuerto. Una hora llevo metida en el atasco, completamente parada, en Las Rozas. Desde las 8,10 h que dejé a los peques en el cole. Mercedes me ha llamado 3 veces, pero nada puedo hacer, mas que disfrutar de la música y confiar en llegar a tiempo…
Tras un vuelo bastante agitado, aterrizamos en Fiumicino. Estos pilotos no son como los de antes, parece que conducen un convoy de ganado. Estoy muy mareada, mi cuerpo está sensible absolutamente a todo. Nuestro chófer nos espera en la zona de llegadas, cartelito en mano, ‘Elena Rosa Cruz’. En un primer momento nos pasa desapercibido ¡Ah! Está ahí, es un tipo curioso, bajito, con extrañas gafas de sol, pelo desordenado y una tez que Baco pintó de rojo. Como el asno de Shrek cuando saltaba “¡Estoy aquí!””¡Yo, yo… estoy aquí!”… intenta llamar la atención elevando la cartulina para que podamos verle. Ya en el coche, y como voy sentada delante (por lo del mareo), no me percato enseguida de la situación, pues voy hablando con mis amigas y no estoy pendiente de la circulación. Hasta que en la primera sacudida, el cinturón me deja sin respiración, y casi sin algo más ¡mi estómago no está para esto! Las caras de Merche y Carmen me explican todo. Nos guía un auténtico piloto suicida, un loco del volante, un… ningún semáforo se le resiste, los peatones que esperen, la dirección prohibida queda para esos tontos de ahí… increíble, lo nunca visto… prefiero no mirar, abro un ojo y vamos derechos contra la mediana de la autopista, el carril se termina y él se empeña en pasar junto a otros 2 vehículos, donde sólo cabe uno… Aaaay, cierro los ojos esperando el golpe, como en el accidente de Bangkok… pero no, salimos ilesas de la aventura, aún no me explico cómo, debe haber muchos ángeles velando por nosotras.


Nos deja en el hotel Center 1, muy cerca del casco histórico. Nos tambaleamos al salir del coche ¡El está tan campante! “Luis, por favor, intenta que nos recoja otro conductor a la vuelta, a Carmen le sudaban las manos…”.
Me preocupaba este viaje. No estoy en la mejor forma, me cuesta sentir ilusión por las cosas, y lucho contra esa sensación, esa náusea pegajosa que te envuelve despacio pero con fuerza, y de la que es difícil desprenderse. El destino me invita a mover los hilos y bailar ¿Porqué no?
El recepcionista nos pone al corriente de la red de transportes de Roma en un tiempo record. En 5 minutos sabemos qué bus coger para ir al Coliseo, el metro para el Vaticano, el tranvía si se tercia, las visitas básicas para estos días, los billetes combinados para ir y venir alegremente… El señor es realmente amable. Y subimos ¡si parece la habitación de Ricitos de Oro! Qué mona con sus tres camitas, espacio para la euritmia, una gran ventana y unas toallas en el baño a las que se les debió caer el rizo en un mal momento… pero si parecen sábanas…

Animadas y pizpiretas vamos en busca del 3 que nos llevará al Coliseo, tras comprar los billetes en un Tabaco. El tráfico es ruidoso, aunque fluido. Enseguida descubrimos que cruzar las calles supone un acto de valor increíble, o una temeridad. Los pasos de cebra se adivinan por las intermitentes líneas blancas medio borradas sobre la calzada; ninguna señal vertical los anuncia, nadie se para. Ponemos cara de susto, de turistas despistadas, pero no funciona. Será mejor esperar a que cruce algún lugareño y seguirle muy de cerca para poder contarlo.
Las motos se multiplican a cada paso, parecen enjambres que recorren la ciudad dibujando una estampa ajena al tiempo. Lo invaden todo, aparcamientos interminables las acogen, cientos de vespas, una tras otra. Huele a años 50 y 60, Vacaciones en Roma, La dolce vita… Quizá en el próximo viaje me alquile una para moverme mejor. A Merche no le parece muy buena idea, y no vamos a discutirlo ahora.
Qué grande el Coliseo, qué raro verlo ahí, en medio de tanto tráfico, imperturbable. Curiosa convivencia que al principio me cuesta entender. La luz no es bonita esta tarde, las fotos no van a salir bien, y aún así, mi cámara tiene hambre y empieza a tragar una imagen tras otra. Hoy toca callejear, los grandes monumentos los dejamos para mañana. Ahora entiendo lo de las colinas de Roma, cada tramo es una cuesta, las calles tienen extraños desniveles, terrazas arriba, coches abajo, pasarelas de un lado a otro…
Buscamos el Moisés, oculto del bullicio en S. Pedro in Víncoli. La cólera en su máxima expresión, contenida en aquel rincón gris, si quieres luz introduce 50 céntimos en la maquinita, la figura se iluminará unos segundos, parece que se va a levantar… Quién diría que en ese recoveco nos espera tanta belleza. La estatua infunde un respeto profundo que exige una mirada reposada y atenta, un estar allí prolongado, cojo el manto que me regala Miguel Angel y me envuelvo con él, me reconforta, Seguimos camino por las bellas calles de la ciudad eterna, la luz es tan melancólica... Hoy Roma es en blanco y negro, con mil grises intermedios, mil matices para descubrir tras cada esquina, mil dibujos posibles. Escalinatas, arriba y abajo, alguna flor en los balcones, fachadas de colores desvahídos. Una cálida bruma arropa el ambiente, la florista la esquiva bajo ciclámenes y crisantemos. Los pies se mueven deprisa, el rostro besa la brisa húmeda, huele a mar.

Y aparece el Foro de Trajano, magnífico, ya usaban el cemento en el s. II d.C. Junto a la pequeña y preciosa Iglesia de Santa Maria di Loreto, se yergue la columna de Trajano, bellísima, grandiosa, 40 m de espiral surcada de relieves, la victoria de romanos contra dacios... el S. Pedro que la corona rompe la armonía, qué papas tan caprichosos. Columnas jónicas sostienen a curiosas gaviotas que hacen un alto en el camino. Sin darnos cuenta nos vemos sumergidas en un pasado muy remoto. Pero el sueño se interrumpe con el Victoriano, algo estridente, que grita tras las sobrias ruinas en la desangelada Plaza de Venecia. Los carruajes esperan pasear a los turistas, los kioskos de pizzas y helados salpican el espacio, cierta calma preside este caos, a pesar del ruidoso tráfico, de la ensordecedora sirena de la ambulancia, de las obras en aquel monumento…
Plaza de Venecia, qué torbellino, los ojos van de un lado a otro sin saber dónde detenerse, qué mezcla de tiempos distintos.
En la Vía del Corso, un bus nos lleva hasta la Fontana de Trevi, qué bonita. La placeta está atestada, una inesperada manifestación de ciclistas viene a completar el aforo, no cabe una mosca.
Nos detenemos en un local de apuestas, compramos un boleto de la Super Enealoto, quizá tengamos suerte. Los mismos souvenirs aquí y allá, los conocemos todos. Camisetas de fútbol, coliseos y lobas capitolinas de escayola, bolas de vidrio con nieve y la fontana de Trevi dentro, animalitos de cristal de murano, rosarios de cuentas de colores, pulseras con crucifijos, tazas serigrafiadas, calendarios con mil motivos, medallas de santos, láminas de los frescos de Miguel Angel…
Es casi de noche cuando llegamos a la Plaza de España, el cansancio empieza a hacer mella en nuestras sufridas piernas, y no nos atrevemos con la gigantesca escalinata. Cientos de turistas llenan esta improvisada grada, los carabinieri siempre en grupos de 3 ó 4 discutiendo animadamente, sus uniformes me parecen anticuados, el gorro en particular. La bandera española ondea en un balcón, quizás de la embajada. Qué algarabía, que manera tan bonita de despedir al día, el sol sonríe mientras bosteza.
Bajamos por Vía Condotti, qué paisaje tan pintoresco, me siento como un pulpo en un garaje… Louis Vuiton, Prada… de verdad hay gente que paga esas barbaridades, lo estamos viendo. Nuestro objetivo es el Tíber, que atravesamos por el puente Cavour, dejando atrás el Ministerio de Justicia y el Mausoleo de Augusto. Empieza a refrescar, la luna se enciende, menos mal, los romanos son muy parcos a la hora de iluminar las calles. El arcángel Micael preside el castillo de San Angelo o mausoleo de Adriano; según la leyenda, el ángel terminó con una plaga que asolaba la ciudad en el siglo VI. Un poco más abajo, el Vaticano, no parece tan grande desde aquí…
Hay que volver, mañana hay mucho que ver. Se nos echó la hora encima, en nuestro afán de aprovechar al máximo. Volvemos en bus hasta Plaza Venecia, pero ya es tarde para coger el 3… y el 85… y el 8… cualquier autobús. Así que a seguir gastando suela, con el frío incrustado en los huesos y completamente agotadas. Pillamos un 85 que nos deja muy lejos del hotel, nos toca atravesar toda la via Manzoni, las aceras del todo oscuras, siniestros personajes asoman de vez en cuando, sentados en algún banco. Decidimos continuar por el asfalto, a pesar del peligro de ser atropelladas (que aquí es altísimo). Por fin llegamos, extenuadas. Ahora mismo, no cambiaría por nada del mundo mi camita de sábanas blancas.

jueves, 25 de septiembre de 2008

Por tercera vez... me ha vuelto a tocar


Mañana me voy a Roma, la ciudad eterna. Quizá parezca que no es el mejor momento, pero el mundo me llama. Mis amigos me regalan esta maravillosa oportunidad, y trataré de disfrutarla al máximo. Un cara a cara con la obra de Miguel Angel puede ser el mejor revulsivo. A lo mejor despierta de su letargo la inspiración dormida. Gracias, Merche y Luis...
Está claro que toca viajar, quizá para encontrar aquel lugar, mi lugar... Lo de este año es impresionante ¡Me ha vuelto a tocar un viaje! Esta vez un crucero de 5 estrellas por el Nilo, para dos personas. Cuando ayer vi el sobre en el buzón, lo supe. El año pasado me fui así a la Capadocia, este año no sé si podrá ser, los vuelos no están incluídos...
Sería increíble, en un año Turquía, Auvergne y el Loira, Bangkok, Roma, Egipto... sin contar las espapadas nacionales. La vida me sorprende a cada instante, a veces con algún zarpazo, casi siempre con un regalo. Yo, siempre dispuesta a meter la mano en la chistera, pase lo que pase...

viernes, 19 de septiembre de 2008

La noche en blanco

13 de septiembre de 2008

La noche en blanco de Madrid. Qué inhóspita me resulta esta ciudad, que poco amable.
La luna ríe desde el cielo, nosotros la intentamos retener en esa horrible postal que nos regalan en la Plaza de España ¿dónde quedó la imaginación?¿donde están los artistas? Las calles sonríen a nadie, no hay lugar para la improvisación ¿Dónde están los mimos, los clowns, los músicos callejeros? Hay algo que impide el movimiento, que paraliza los miembros. Una nube pastosa nos envuelve, es duro vivir aquí.
Cuanto más viajo, más extraña me siento en esta ciudad de cemento, de días fríos, donde no apetece patinar ni comer en el parque.
Risas con los amigos, Eugenia está radiante el día de su fiesta. La calle no invita, aquí siempre hacia dentro, mejor un té caliente en alguno de los ruidosos garitos que salpican la noche.
Me quedo con el precioso libro de cuentos de Oscar Wilde con pájaros en la portada, el príncipe feliz siempre me hace llorar; la performance de ese amigo; la horrible ‘música’ digital en el Conde-Duque, nos miramos atónitos ¿nos estarán tomando el pelo?, con lo fácil que es tocar el cielo con un piano… la animada conversación hasta bien entrada la madrugada… habrá que dormir un poco, mañana dibujamos. Son las 5 y Carmen y yo seguimos hablando, tratando de resolver nuestras enmarañadas vidas...


Algunas fotos de Bangkok...





Qué ricos están los cocos. Echo tanto de menos esa deliciosa agua dulce... Será lo primero que compre cuando vuelva a Bangkok, espero no tardar mucho.

martes, 2 de septiembre de 2008

Diario de un viaje por el Valle del Loira (y VII)

Domingo 20 de julio de 2008

El regreso
El viaje se ha hecho más corto de lo que esperaba. Recuperamos nuestro ritmo habitual de risas, como si el cansancio se hubiera esfumado. La música nos mantiene bien despiertas, y en movimiento a pesar del reducido espacio. Me gusta conducir, ver cómo cambia el paisaje, cómo aparecen vistas nuevas a cada momento. Deslumbrantes campos de girasoles aquí y allá, bosques que los rodean, alfombras doradas de trigo… Viñas y más viñas anuncian la proximidad de Burdeos… para dar lugar al aburrido paisaje de las Landas, con sus bosques de pinos espigados que nos envuelven. Y el país vasco, con tantos verdes distintos, y los peculiares caseríos… Y esas horribles fábricas en la proximidad de las ciudades…
Radares por doquier, requieren una atención constante, es muy gracioso ver cómo todo el mundo reduce la velocidad de repente…
Marroquíes y argelinos con coches cargados hasta el límite abarrotan las carreteras y las zonas de servicio, menos mal que hoy no circulan los camiones, sólo algún español despistado.
Breves paradas para reponer fuerzas: un bocata, un par de tés… ‘Ovejos’ por aquí y por allá, pero no me siento incómoda, sino segura de mí. Enseguida estamos en Madrid, a 100 km empieza el atasco, este tramo es más cansado que el resto del viaje entero.
Un camión revienta un neumático, llueven trozos de caucho, frenazos sincronizados, escolta luminosa hasta que aparca en el arcén. Qué bonito, qué forma de comunicarnos los 3 coches. El amor está en todas partes.

domingo, 31 de agosto de 2008

El Mar

Entre vuelo y vuelo, entre calores más o menos húmedos, con la resaca de un brusco cambio de horario... Bangkok, Estambul... y Madrid, otra vez aquí, escribir me ayuda a despertar y tomar conciencia de dónde estoy.

Mientras redacto, quito y pongo, hago y deshago, la papelera llena, la cabeza vacía, el corazón caliente, recién salido del horno... En este tiempo extraño de vuelta a la cotidianeidad, nunca rutina, serpenteante como un engañoso arroyo de cauce inesperado... Sólo queda la memoria de las piedras, la sonrisa de los niños, la esperanza en no se sabe bien qué, no importa, hay que confiar.

Mi hija Claudia nos regala un poema que sacó del mar, que llega como agua fresca:

El Mar

El mar, puro;
Rompe sus olas en las rocas
Hasta convertirlas en fina arena

La Luna,
De inigualable belleza,
Se refleja en él
Para deslumbrar a los demás.

Sus olas, más puras que ninguna otra cosa
Se arrodillan ante el gran Dios mientras son admiradas.
Nadie ni nada podría contar los millones de seres
Que viven en el mar, sólo él lo sabe, pues él las ha creado.

El mar es vida,
El mar,
Él es grande,
Él es valiente,
Él es poderoso y con eso basta para dominar la tierra sin esfuerzo.

Cuando el viento le golpea fuertemente
Se enfurece, produciendo un inmenso oleaje,
Matando seres acuáticos y destrozando rocas y arrecifes coralinos.

El mar atrae a muchos seres,
pero también los aleja cuando sus olas rompen en la orilla
como una manada de búfalos galopando por las estepas de América.

Ruge como un león enfurecido
Cuando golpea las rocas fuertemente.
El mar alberga más vida de la que uno se puede imaginar,
Acogiendo a las tortugas con suaves olas,
Proporcionando comida a los fatigados albatros,
Alimentando a un montón de animales y plantas
Y ofreciendo comida y refugio a muchos seres.

El mar, que con su grandeza infinita
Domina el mundo.
El mar, inspiración para cualquier poeta o pintor,
El mar.

Claudia Billard Cruz, 11 años
Agosto de 2008

martes, 12 de agosto de 2008

Diario de un viaje por el Valle del Loira (VI)

Tours,sábado 19 de julio de 2008

Aún estoy sobresaltada. Carmen y yo hemos ido a tirar la basura después de comer un bocata en la habitación, y a la vuelta, 3 individuos han intentado colarse con nosotras en el hotel. Cuando yo trataba de cerrar la puerta, uno de ellos se me echó encima empujándola, he cogido a Carmen y hemos ido corriendo al hotel de al lado. Qué susto. Menos mal que no la dejé bajar sola.

Hemos llegado al hotel agotadas. El cansancio y la tensión acumulados durante la semana, han salido hoy a flote, y apenas podía dar un paso sin dificultad.

Esta mañana desayunamos junto a la catedral, en “Aux délices de Michel Colombe”, una de las mejores patisseries de Francia. Carmen nos ha invitado para celebrar su santo, y hemos tomado un chocolate al modo francés. No se prepara como en España, aquí se hace con agua y es muy líquido y amargo, no lleva harina ni leche. Estaba delicioso. Y para acompañarlo, un macaron au chocolat, un delicado bocado de chocolate que me transporta a mil lugares exóticos al entrar en mi boca. Lo he saboreado despacio, para no perder ninguna sensación, para apreciar cada sutil ingrediente. Me imaginaba a un muy sensible maestro pastelero concibiendo la mágica receta. Los viandantes que pasaban junto a mí me sonreían, debía tener una curiosa expresión, además de chocolate en media cara. Carmen insistió en que comiéramos otro, así que me trajeron une galette sablé au chocolat, más rotunda, pero no menos sabrosa. Eugenia prefirió un bocata de jamón y queso, aunque luego pidió una exquisitez hecha de polvo de almendras (o de estrellas?) con chocolate, que yo me terminé. Vaya regalo de mi amiga, ha sido una experiencia inolvidable.

Flotando en una nube de cacao y canela, nos dirigimos a ver la majestuosa catedral de Saint Gatien. Realmente imponente la fachada principal. El interior, nada comparable a la Santa Cruz de Orleáns. Mucha más luz aquí, más homogeneidad, menos elementos barrocos. Las vidrieras del ábside, muy interesantes. Me llaman la atención las de San Martín de Tours, del que hace poco estuve leyendo historias a raíz de la fiesta del farol que celebramos con los niños al empezar el otoño. He hecho muchas fotos, me gustaría reproducirlas de algún modo, aunque no sé si se apreciarán bien los detalles dada la gran altura que alcanzan. Esta vez no bajo a la cripta. El otro día me mareé, de pronto sentí una náusea muy fuerte y tuve que subir corriendo a la superficie. Había una extraña energía allá abajo, algo que no era muy bueno. Creo que fue en la cripta de Blois.

Eugenia se queda fuera dibujando, como siempre, mientras Carmen y yo paseamos de aquí para allá, fuera y dentro. Los maravillosos arbotantes enmarcan preciosas vistas de las torres sobre un cielo fuertemente azul. Hasta aquí Ahrimán debe disfrutar con sus gárgolas situadas en tan privilegiada posición. Es un edificio realmente bonito, espléndido. Me siento tan bien aquí…

Andamos un rato, las calles empedradas llaman al paseo. Tiendas curiosas, librerías de todo tipo, teterías, jugueterías con muñecos de madera hechos a mano, luthiers, artesanos del vidrio… una tienda con pequeños objetos musicales me cautiva: un llavero de clave de sol, un miniacordeón de bolsillo, broches de piano… otra tienda de instrumentos de viento con saxofones azules y rojos… en una explosión de color que salpica los cuidados escaparates. Me enamoro de un comercio dedicado a la escritura, donde unas originales plumas gritan ‘compramé’. Y muchos libros en blanco, de los que tanto me gustan. Si tuviera dinero, me lo gastaría aquí.

Muchos cafés y bistrots, acogedores y entrañables. Todos tienen algo especial. La ciudad irradia simpatía, sus habitantes son atentos y alegres, parecen disfrutar con lo que hacen y eso me gusta.

La plaza de Plumereau está abarrotada. Parece que desde anoche nada se hubiera movido. Bares y restaurantes atestados, se confunden unas terrazas con otras. La enmarcan preciosas casas antiguas con vigas de madera del siglo XV que rayan las fachadas, y tejados muy inclinados de pizarra negra.

Cogemos el coche para ir a ver algún castillo, de nuevo en la carretera: vamos a Chinon, donde los restos de una antigua fortaleza se elevan en una colina sobre el agua. La ciudad medieval queda abajo, un moderno elevador facilita el trayecto.

Paseamos junto al río, familias de patos cantan su alegría de vivir. Algunos comienzan a mover las alas y palmear las patas, alcanzan gran velocidad y ¡zas! Despegan del agua. Me quedo anonadada mirándolos. El pequeño del grupo intenta el despegue cada vez que uno de sus compañeros alza el vuelo, pero él no lo consigue aún.

Un simpático barquero pasea en su pequeña embarcación a remos. Su labrador negro se sitúa en la popa, indicándole el camino. Parece que en cualquier momento va a saltar sobre los patos, pero permanece en su puesto.
Este río es muy distinto al de Chenonceau. Aquí se esconden las estrellas durante el día, tintineando en la superficie, para subir al cielo por la noche. Aquí el agua es nerviosa, forma remolinos rebeldes junto a los pilares del puente. Las piraguas se divierten surcándolo, y él se entretiene volcándolas y mojando a sus ocupantes. La quietud de aquella apacible lámina de estaño invitaba al paseo, a la búsqueda de vida. El agitado movimiento de estas centelleantes aguas invita al reposo, a tumbarse junto a ellas bajo la sombra de los álamos de la orilla. Desde aquí se contemplan la torre del castillo y la muralla, bajo los cuales se despliega la ciudadela, con sus viejas casitas blancas de tejados negros. En todas partes por donde pasamos, encontramos una calle Juana de Arco. También aquí…

Tras despedirnos de este simpático lugar, tomamos la dirección del castillo de Azay le Rideau, pero no podemos verlo, las visitas ya terminaron y una elevada muralla de piedra y árboles lo ocultan de las miradas externas. Nuestro gozo en un pozo. Propongo saltar la valla por uno de los laterales, no parece difícil, pero dado el cansancio general, incluído el mío, la idea no es muy bien acogida “Eres una delincuente”, me dicen.

De nuevo en la carretera, empieza a entrarme sueño al volante. Valenzay nos pilla de camino a Tours, a ver si lo vemos. Pues no, es una lástima, pues es un palacio precioso. Pero una espesa muralla de vegetación lo oculta a la vista. En el próximo viaje habrá que venir.
Así que retirada al hotel tras un paseo y alguna compra. Mañana nos espera un largísimo viaje y tengo que estar despejada. Voy a hacerme reiki para dormir bien. De nuevo me invade una inmensa felicidad. Siento que me llevo mucho conmigo…


Diario de un viaje por el Valle del Loira (V)

Tours,viernes 18 de julio de 2008

Las chicas duermen, yo escribo. Encontramos la famosa chocolatière, pero cerrada. Habrá que esperar a mañana. La catedral de Tours es bellísima, me he quedado sin aliento al verla ¡Qué maravilla! Merece una pausada y atenta visita.

El día de hoy ha transcurrido sin sobresaltos. En el silencio de la noche, las imágenes de colores desfilan ante mí y apenas tengo tiempo de guardarlas en mi diario.

En Cheverny sólo vimos las flores, no queríamos pagar entrada y fuímos a recorrer a pie el pueblecito. Me llevo unos castillos de cartón en el bolsillo, pequeños recortables para los niños. Eugenia se quedó dibujando la pequeña iglesia medieval, Carmen y yo caminamos, empapándonos del intenso color que lo llena todo.

Hoy el calor es sofocante, cae como una losa que nos impide movernos. Nos dirigimos a Ambois, donde paseamos por las empedradas calles con el castillo sobre nuestras cabezas. Una impresionante fortaleza junto al río.

Hacemos una comida campestre, como siempre. Sentadas junto al coche, improvisamos mesa y menú. Es divertido y nadie se extraña de vernos, aunque sea el lugar más insospechado. Francia es el país del picnic, toda una institución nacional muy de agradecer.

A continuación, la maravilla de las maravillas. Ya por la mañana, en las tiendas de postales de Cheverny, se me iban los ojos tras esa imagen que me resultaba tan familiar. Pero fue al llegar a Chenonceau cuando me sentí como en casa.

Qué lugar tan entrañable y acogedor, a pesar de las enormes proporciones.. No sé si fue por la ligereza del edificio, elevado sobre blancas arcadas de piedra; o por el Cher, callado río de mercurio que mece el palacio; o por la magia de los hayedos circundantes… Una energía muy especial emana de allí, no podía explicarme porqué, pero disfruté de ella, la respiré.

Entonces pensé que quizás viví allí en otros tiempos. El nombre de Diana de Poitiers me resuena. El otro castillo que me impactó fue Chaumont… ella también estuvo allí… Leo su historia y algo se revuelve aquí dentro.

Diana de Poitiers fue un caso muy especial. Veinte años mayor que Enrique, hijo de Francisco l, basó su relación más en lo intelectual que en lo sensual. La pareja creó una mística que se correspondía perfectamente con el Renacimiento: ella era la Diana olímpica y él Apolo (muchos cuadros retrataron a la Poitiers personificando a la diosa). Organizaban cacerías y fiestas en las que se recreaba la atmósfera medieval de los trovadores y el amor galante. En cuanto a lo político, la injerencia de Diana fue total, pero sabía manejarse con mucho tacto y sus consejos eran moderados.
La más bella favorita real de Francia, la bella entre las bellas, reflejo del tránsito entre el amor cortés medieval y el amor carnal del Renacimiento. Posiblemente, sea una de las mujeres de anatomía más admirada, retratada y conocida. Símbolo del culto a la belleza que representa el Renacimiento.

Diana nació en 1499, hija de un alto noble francés , siendo ya de muy joven admirada por su belleza y porte natural. Sin embargo, para desilusión de sus adversarios, su vida hasta los 40 años transcurrió en la más completa oscuridad, sin escándalos ni sucesos extraños. Se casó muy joven y se mantuvo fiel casi con total seguridad hasta la muerte de su anciano esposo. Sin embargo, con ello no queremos decir que nadie se hubiera fijado en ella, de hecho, su posición en la corte ya había despertado la admiración del monarca Francisco I, el cual se confesaba admirador secreto de Diana.

Pero el destino quiso que no fuera Francisco quien encumbrara a Diana hasta los más altos puestos del poder, sino su hijo Enrique, el cual con apenas 10 años ya había fijado su corazón y su alma en ella. Por aquel entonces Diana estaba "felizmente " casada y tenía 20 años más que el futuro rey. Los hechos se precipitaron con la muerte de su esposo, el rey Francisco l veía a su hijo triste y abatido ( de hecho le llamaban "el bello tenebroso") , y le sugirió a Diana que le animara. Ella, aunque aún dolida, consintió a hacerlo su galán , dentro de la amplia tradición medieval del amor cortés , permitiendo el enamoramiento , pero no las relaciones físicas.

Así, el futuro Enrique II quedó completamente enamorado de ella, a pesar de que por razones de estado, llevaba casado unos años con Catalina de Médicis. Mientras Francisco I vivió , la situación no pasó a más, sin embargo, a su muerte Diana decidió dar un paso más y acceder a una relación carnal con Enrique , aunque ya contaba con casi 40 años. El joven rey apenas podía creerlo, su diosa consentía ser su amante.

La joven reina Catalina no estaba dispuesta a consentirlo , oponiéndose a Diana. Ésta aguantó pacientemente , hasta que empezó a sospecharse la esterilidad de la reina. Entonces, gran conocedora de la naturaleza de la mujer , envió a sus médicos a la reina, los cuales consiguieron que diera a luz no uno, sino 10 hijos en los años siguientes. Catalina, en deuda con la amante de su marido, no pudo sino resignarse e intentar convivir, no sin mantener una prudencial distancia que la mantuviera a ella por encima. Poco a poco , Diana alcanza la cima de su poder, sin perder nunca su belleza. Es consejera permanente del rey , consigue beneficios, cargos, rentas, interviene en la política...en fin, todo en la corte gira alrededor de ella.

Esta relación a tres se mantuvo durante muchos años , hasta que en 1559 , con 60 años cumplidos , Diana vio como su amante , el origen de su poder, moría de forma dramática. En un torneo, una astilla se clavó en el ojo del monarca , el cual durante diez días estuvo agonizando entre terribles dolores. Diana supo pronto que todo había cambiado . Catalina le prohibió visitar a su esposo en el lecho de muerte y así quiso resarcirse de su eterna rival . Sin embargo, Diana se mantuvo en su posición hasta el último suspiro del rey. Pasó entonces a llevar una vida apartada de la corte , en su castillo, hasta que murió.

Carmen y yo recorremos la vereda junto al río, a la sombra de hayas centenarias que no desvelarán sus secretos. Se sienten las criaturas del bosque entre sus troncos, bajo la alfombra de hiedra… Nos dejamos invadir por tantas sensaciones: el canto del río, los trinos de los pájaros, el crujir de alguna rama seca que deja paso a la nueva vida; el olor a hongos frescos, a madera mojada; brillos que penetran la sombra, bellas arcadas de piedra sobre el agua; húmeda brisa como caricia del río…

Mientras tanto, Eugenia permanece sentada metiendo el castillo en su cuaderno, con todo mimo, los 5 sentidos en ello. Plasma en un bonito dibujo el espíritu de Chenonceau. “El castillo de Elena… El castillo de Elena tengo que hacerlo bien…”

Ya en la salida, veo una preciosa paloma blanca sobre un murete. Me está llamando, y voy. Empiezo a fotografiarla, me voy acercando muy despacio, pensando que se irá en cualquier momento, pero no lo hace. Me veo con el objetivo de la cámara casi encima de ella, ya no puedo enfocar. Es la primera vez que me ocurre algo así, me siento llena del amor que el animalito me ha regalado. Adoro a las aves, y ellas parecen percibirlo. Un chico con una cámara, sentado a pocos metros, ha presenciado la escena y está boquiabierto.

Salgo flotando del recinto, sobre nubes que crea mi imaginación, ajenas al tiempo y al espacio. Tantas cosas me llevaría: una taza de porcelana inglesa, que tanto me gusta, decorada con brillantes mariposas de colores… Uno de los extraordinarios centros de rosas frescas que decoran el interior de Chenonceau… Un paseo por el río…



jueves, 7 de agosto de 2008

Diario de un viaje por el Valle del Loira (IV)

Blois, jueves 17 de julio de 2008-07-21

Esta noche tenía la necesidad imperiosa de encontrarme a solas conmigo, así que, de vuelta al hotel, he dejado a Carmen y Eugenia en la habitación y he salido con mis cuadernos y mis ceras. Y aquí estoy, en la mesa de un café escribiendo. No hay nadie, sólo yo en la sala vacía, sólo el ruido de los lápices al caer sobre la mesa, al recorrer el papel… Qué sensación tan agradable, siento tener que irme a dormir.

Esta mañana me desperté rota, los ojos hinchados de dormir mal. Pero enseguida me reanimé con una ducha en el baño siniestro, las chanclas tardaron en secarse. Y un buen desayuno a continuación: aguacate, pan con tomate, zumo de naranja, té… Lista para empezar el día!

Vamos a Chaumont, otro de los grandes castillos del Loira. Es una gran construcción heterogénea, con elementos de los siglos XV al XX. Un lugar curioso donde se retiró Diana de Poitiers al ser despojada de Chenonceau por una despechada Catalina de Médicis. Un lugar curioso, el Monte Caliente, o Monte de Fuego.


Es el primero que visitamos por dentro, guía incluido. Y el último. Prefiero moverme a mi aire por fuera o por dentro, arriba o abajo… No termino de escuchar las explicaciones y salgo corriendo a los jardines, necesitaba respirar aire puro y estar sola. Camino aquí y allá, libre como el viento, qué agradable estar en este lugar, entre los tilos, castaños, secoyas y cedros gigantes. Las aves me saludan cantando, el murmullo de las hojas de un arce y de un tilo me susurran palabras de amor…

He de volver al mundo, Carmen me está buscando… Vemos el festival de jardines, un conjunto de creaciones paisajísticas contemporáneas, algunas muy imaginativas, otras aburridas…

La mañana se ha pasado, y a las 3 y media recogemos a Eugenia en la estación. Encontramos un Etap en el mismo centro, donde alquilamos habitación, y salimos a recorrer Blois.
Tengo unas ganas enormes de caminar. Quiero disfrutar de las preciosas y coloridas calles de Blois, de cada peldaño, de cada gárgola, de cada vista al río, de la estatua de Papin (que por cierto, no sé quién será), de la catedral, de la iglesia de San Nicolás, de la Casa de la Magia, donde una hidra de 5 cabezas nos saluda a través de las ventanas del edificio; de los patos junto al río, que parece hayan organizado un botellón, pues nadan todos alrededor de una botella ¿de vodka?; de las gaviotas de cara negra, del puente de piedra sobre el Loira, tan sufrido, destruido y reconstruído tantas veces, la última por los alemanes, para poder retirarse al perder la guerra… Ver Blois desde el otro lado del río. Enfrente el castillo, la catedral… El Sol que se empieza a poner… Muchas viejecitas dentro de los coches, las calles impolutas…

Una parada, una pausa en la ribera para descansar. Mis ojos lo devoran todo, mi pecho se llena de colores y aromas… Nos sentamos en un banco junto al río. Las 3 juntas, las 3 tan distantes. Cada una en su mundo, cargando con su cansancio, su nostalgia, sus anhelos, su esperanza; compartiendo un pequeño tramo del camino, entregando una parte de sí para recoger la de las demás; un gran aprendizaje, un ver el paisaje con los ojos de la otra, un sentir a través de la otra; una lección de humildad, de paciencia, de entrega, de aceptación, de amistad.


miércoles, 6 de agosto de 2008

Diario de un viaje por el Valle del Loira (III)

Blois, miércoles 16 de julio de 2008

Qué sueño tengo esta mañana. El despertador sonó a las 8 y no nos podíamos levantar. El último bicho debió caer a las 3, hemos dejado toda la pared llena de marcas. Desayuno pan, aguacate, un melocotón, un zumo de naranja y unos pistachos. Lista para un nuevo día. Nos vamos a tomar con calma la jornada de hoy, al fin y al cabo estamos de vacaciones. Lo primero será ir la la famosa abadía, tengo muchas ganas de escuchar cantar a los monjes.

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Estamos en un albergue a las afueras de Blois. Queríamos ir a buscar une chocolatière esta noche, pero aquí cierran a las 22,30 y ya es tarde. Habrá que esperar a otro día. Me ha hecho mucha gracia que, estando coloreando el sello de hoy, me fijo en la tapa de la caja de las ceras y veo: ‘Lady Godiva – chocolatier’. He dado un respingo en la silla…

Este es un lugar muy siniestro, digno del mejor Hitchcock. Acabo de ir al baño y casi me muero del susto, hay que salir fuera, y está todo oscuro, y no hay ni un alma. Las estrellas tienen miedo, y las sombras bailan con el viento, al compás de ese escalofriante silbido. Que nada se mueva porque se me saldría el corazón por la boca. ¿Y si hubiera algún monstruo escondido en un tenebroso rincón? Las criaturas de luz duermen, dejando paso a los lóbregos personajes que pueblan las pesadillas.

Y por aquí hay un tipo muy raro que mira fijamente pero no habla, y siempre con una botella en la mano. Se sienta en su silla con un libro delante, yo diría que no pasa página, hace mucho que no pasa página. No mira pero está pendiente de todo, su acechante pensar se clava en mi cuerpo, pegajoso y afilado. No cedo a esta sensación, la conozco bien y lucharé, como tantas veces. La confusión mezcla una cosa y otra, me recuerda que la habitación se queda abierta… negras ideas y recuerdos impenetrables escupe mi cabeza. Temblorosa pero firme me siento en la mesa de al lado, con mi bloc de dibujo, con mi diario, con mis pinturas. Y enseguida estoy feliz, sumergida en mi trabajo.

Qué diferente es todo a la luz del día. Los preciosos cipreses que me asustaban, siguen bailando, suena distinto el aire de la mañana. El tipo solitario de la botella me mira desde su silla, en el comedor oscuro, desde la soledad más impenetrable, suplicando una pizca de amor. Me conmueve, antes de poder pensar en nada una sonrisa se cuelga en mis labios. Él me da las gracias con un destello en la mirada, eterno. La vida es maravillosa.

Esta mañana asistimos a la misa de las 12 en S. Benoît. Fue sobrecogedor el canto de los monjes, aunque me sentí un poco extraña durante la ceremonia. Carmen quiso comulgar, y yo la secundé, tratando quizás de buscar una sensación que a veces se me escapa. No podía ser tan sencillo como eso, el trabajo ha de ser arduo y constante. Me gustó el anciano de larguísima barba blanca y poderosa mirada. Irradiaba algo que sólo él sabía, con naturalidad nos lo regalaba, sólo al mirarle, no, sólo al verle. Me sorprendió tanta juventud entre los novicios. Tanta solemnidad. Y esos hábitos blancos y negros que me transportan a otros tiempos, y me traen agradables recuerdos de la infancia…

La abadía es de una belleza cálida y envolvente. No había visto antes un edificio románico tan colosal. Llama la atención tanta luminosidad, y la alegría que se respira. Una forma totalmente diferente de percibir a Dios que en la catedral de Orleáns, por ejemplo, donde lo divino está mucho más lejos.

He cogido los papelitos con las letras y partituras de las canciones y me los he guardado clandestinamente en el bolsillo, no podía dejar de hacerlo, asi me llevo la música conmigo. Y Carmen ha querido encender una vela de 1 euro en compensación, todo arreglado.

Fuera nos esperan unos tilos de inmensos troncos, los saludamos, los tocamos y jugamos un poco con los helicópteros de papel que se desprenden de las ramas. Un melocotón para engañar al hambre y la sed. Y continuamos ruta hacia Sully sur Loire, hay mucho por ver. Bosques de acacias y algún fresno, un pueblo tras otro, dos sustos con el coche… Y ahí está ¡Qué bonito! El castillo es precioso, el verde del foso frente al intenso azul del cielo, cuánto me gusta la mezcla, y entre ambos una enorme masa de piedra gris. Nadie hubiera podido concebir una combinación de color más bella. Me gustaría tener más tiempo y dibujar un poco, quizás mañana lo haga. Lo rodeamos, paseando por los jardines: patos, palomas con collar de cobre… y unos enormes árboles que no identificamos, me abrazo a uno, me gusta pero no es aquel roble…

De nuevo en la carretera, estoy un poco harta y de no muy buen humor. Tras una parada en Meung sur Loire para pasear por sus callejones sin salida y visitar el castillo de las dos caras, continuamos hacia Beaugency, donde buscamos una sombra para comer. El cansancio empieza a morder junto al calor. No me siento del todo bien, tengo ganas de llorar, y me voy al coche a tumbarme un rato. Estamos muy cansadas, apenas dormimos esta noche, y son demasiadas emociones en muy poco tiempo. Y empezamos a acusar la falta de espacio propio. Entonces recibo un mensaje de Eugenia, mañana la recogemos en la Gare de Blois a las 15,30 h. Viene de Chartres a continuar viaje con nosotras…

Esta mañana, durante la misa de los benedictinos, tuve una visión: los monjes cantaban, y yo comenzaba a elevarme, tenía un vestido medieval, largo, que flotaba vaporoso… mi cuerpo giraba despacio en espiral ascendente, el cabello ensortijado recorría mi cuerpo, mis brazos caían lánguidos. Subía, subía, pero… ¡Zas! Él, surgiendo de la nada, se abrazó a mi cintura, sentí un amor tan inmenso que ya no tenía ganas de ir hacia arriba, y descendí despacio, me quedé en el hueco que me hicieron sus brazos… Fue tan bonita la sensación…

Beaugency es un pueblo medieval muy bello. Muy cuidado y acogedor. Decidimos pasar allí la tarde, sin prisas. Mis piernas agradecen poder caminar un poco. Es el pueblo de las flores, qué increíble sentido del color tienen estas gentes para combinar las plantas de esta manera. No puedo dejar de fijarme en cada maceta, mis ojos están atrapados por esa vibrante sensación. Rojo, rosa, violeta y blanco con un toque verde… Morado, fuxia y una pizca de amarillo… Estoy extasiada… La piedra blanca de las casas me gusta. Todos los edificios de la región se visten con ella.

Buscamos la dichosa chocolatière, hoy es el santo de Carmen y me quiere invitar, pero parece que aquí no hay ninguna.

De camino a Blois, donde hemos reservado albergue, paramos en el grandioso Chambord. Qué magnificiencia, qué derroche de todo. Da vértigo mirarlo. Se asoma la idea de porqué los guillotinaron a todos, no me extraña nada viendo esto. A pesar de ello, el edificio es magnífico, exuberante y muy bello. Por la noche hay un espectáculo de luz que quizá veamos mañana…

Llegamos al albergue y nos recibe la bruja de Hansel y Gretel. Me echa la bronca por aparcar junto a sus flores, por no llamar a la puerta… Estuvimos a punto de salir corriendo, pero aquí estamos. Me voy a dormir, han apagado las luces hace rato. Hay una única habitación para chicas con muchas literas, y otra para chicos. Dormiremos con nuestro saco y las maletas se quedarán en el coche. Mañana buscaremos un hotel…