jueves, 23 de octubre de 2008

James Blunt: Chasing time


Precioso el disco de James Blunt, no innovador, sino sencillamente bonito. Sí, hace algún tiempo ya, pero ¿eso que importa? Me encanta esa voz de terciopelo, esa melodía sencilla, esas letras cercanas y melancólicas… Cómo disfruto en los atascos, escuchando la música a tope…

miércoles, 22 de octubre de 2008

La luz que se enciende

Las sonrisas brillan más cuando llueve. Algo se enciende aquí dentro para evitar desvanecernos en la penumbra. Momentos entrañables donde compartir el sonido de la lluvia, las ganas de volver a casa, las risas de última hora. Hemos creado equipo, aunque tan efímero… Begoña, Carlos y yo. Tan distintos y con tanto en común. Recordaré nuestro paso por el hotel negro, los espejos que ocultan el interior, las botellitas de agua, las ruedas de prensa en la sala de al lado, ese portero del atlético de Madrid cuyo nombre no recuerdo, las pastas de té tomadas furtivamente al pasar junto a los carros de aquel desayuno vip, mmm… cómo me gustan las pastas de té…los cafés junto a la fuente que invita a sentarse dentro, los cigarros de Bego bajo el acebuche, sentados como caracoles al sol sobre el granito que lo viste todo, las entrevistas de Carlos, mi encuentro con mi querida Laia… Lo que quede de esto es lo que nosotros queramos, seguro que algo podremos construir.

Qué pereza salir de la oficina, el viento sacude los recios olivos que vigilan la entrada ¿qué no hará conmigo?
Encogida como un gorrión en invierno, camino por el frío hasta el coche, y vuelta a casa. Y antes de llegar al pueblo, otra sorpresa me espera tras doblar aquella curva maldita que atravieso cruzando los dedos. Un hermoso arco iris se extiende entre el cielo y la tierra, pero ¿dónde estamos?¿arriba o abajo? la Maliciosa flota entre níveos algodones, todo parece suspendido sobre las nubes, qué sensación tan agradable… toco los asientos, siento el suelo bajo mis pies… estoy aquí.

martes, 21 de octubre de 2008

Gâteau de pommes de terre

Tantos años de ir y venir a Francia han dejado una profunda huella en mi. Esas tardes de otoño arremolinados junto al fuego del hogar, con el exquisito aroma de las tartas de Annick. De ruibarbo, de ciruelas… mi preferida siempre fue la de manzana. Con su amor silencioso, ella me preparaba varias, le gustaba ver mi expresión glotona cuando las colocaba en la mesa, y siempre insistía en que cogiera un trozo más.
Fuera, el frío silenciaba cualquier atisbo de vida. Paisaje de verdes infinitos que se van desnudando para dejar paso a naranjas, rojos, amarillos brillantes… escarcha de plata que lo envuelve todo… viento que juega con los cabellos del bosque, cantando a las hadas… Dentro, la chimenea encendida nos mantiene cerca los unos de los otros.

Me gustaba ayudarla a preparar la masa para el gatêau de pommes de terre, por la mañana, después de un copioso desayuno. Harina, margarina fría hecha trocitos, sal, una cucharada de agua… y el tiempo necesario para mezclar los ingredientes. Un delicioso olor va impregnando la estancia. Esa vieja casa de piedra no hubiera sido nada sin la cocina de Annick, que atraía a primos, hermanos y otros parientes no identificados, siempre había un motivo para la celebración.

Sigo preparando esta receta con el mismo cariño de entonces, y cada vez que lo hago me acuerdo de aquellos cálidos momentos. Si cerrais los ojos cuando estéis horneando el pastel, podréis ver aquella vieja chimenea de piedra, cubierta de hollín, testigo de tantos encuentros y desencuentros a lo largo de los años.

Se trata de una receta tradicional francesa, de la región de Auvergne. Es una de mis preferidas, espero que os guste.

Ingredientes

- Unas 4 patatas grandes
- 1 brick de nata de soja (200 ml)
- 1 manojo de perejil
- 1 cebolla
- 2 láminas de masa de hojaldre (si os animáis, preparad vosotros la masa)
- Sal, pimienta
- 1 huevo (opcional)

Preparación


Cubrimos un molde de quiche con una lámina de hojaldre. Pinchamos bien con un tenedor.

Pelamos las patatas y las partimos a rodajas finas, como para tortilla.
Picamos la cebolla a trocitos pequeños, y el perejil.
Mezclamos las patatas con la cebolla, el perejil, la sal y la pimienta.

Ponemos la mezcla de patatas en la fuente con el hojaldre, sin que sobrepase el borde, pues tardaría mucho en cocer. Añadimos por encima la nata de soja.
Cubrimos con la otra lámina de hojaldre, sellando bien el conjunto.

Con un vasito pequeño hacemos un agujero en el centro a modo de chimenea, desplazando ligeramente el disco de masa recortado. Pintamos con huevo batido y horneamos a 180ºC, aproximadamente 1 hora y media (pinchamos en el centro con un tenedor para ver si la patata está blanda, momento en que estará lista la tarta).

Bon appetit!



Hoy no ha salido el Sol

Hoy no ha salido el sol, y yo no me acabé de despertar. Esta mañana, los números patinaban en mi mente, se fundían con el gris de las cortinas, del plomizo cielo que parecía ir a caer sobre nuestras cabezas de un momento a otro, de la ávida moqueta que engulle cada paso y lo destierra al silencio, ese silencio ensordecedor que nos acompaña un día tras otro…
A veces me cuesta creer la realidad, y continuar el camino, sembrado de tantas piedras… Por la tarde, intento que me citen unas pruebas pendientes, 4 meses ya de retraso. Termino con lágrimas en los ojos, por la negligencia ajena, la impotencia, la desesperación que se manifiesta como tremendo dolor de cabeza.
Pero sólo hoy, porque el sol no salió.

Aunque cuando volvía a casa por la autopista, la música de Tom Waits a tope, el acelerador a fondo… el día me tenía reservada una sorpresa: un precioso disco naranja se desvanecía entre las montañas violetas del horizonte. Enorme y brillante, sonriendo en su despedida. Parecía que el coche iba a alzar el vuelo de un momento a otro, siguiendo la estela del astro luminoso, mientras un cariñoso calor acariciaba mis mejillas, desconcertadas ante un cuadro tan sublime.


miércoles, 15 de octubre de 2008

En lo profundo del Valle de la Luna

En lo profundo del Valle de la Luna, los relojes se detienen. A veces aparecen nubes negras y el cielo parece desplomarse.
En el Valle de la Luna, algo muere.
Me asaltan los temores más oscuros, el ritmo vital decrece, como presagio del Negro.
Sólo a veces.

Cuando sale el Sol, el Valle de la Luna derrama flores. Suena el agua. Suena el campo. Se percibe cada brizna de hierba acariciada por el viento. Una extraña conexión con el Mundo se establece. El Amor lo inunda todo, me posee. Soy una partícula más del Todo, y éste, un reflejo de mí misma. Necesito compartirlo.


lunes, 13 de octubre de 2008

La música


Si de algo no podría prescindir es de la música. Nada hay tan maravilloso, tan sublime. Para ordenar el caos, para expresar la alegría, la tristeza, el fuego, el agua, el hastío, el pasado, el futuro, la fuerza, el otoño, la pasión, el desamor, la esperanza… Nada me ha dado tanto como el piano, cada día somos más uno… La capacidad de escucha se multiplica, la sensibilidad para detectar los matices más pequeños se dispara. Todo el ser vibra con el mundo, con cada rumor del viento... el murmullo de las hojas en otoño, la lluvia en su encuentro con el mar, las pisadas sobre la tierra, aquel gato noctámbulo cuyo eco retumba en los tejados… La más mínima alteración en el tono de tu voz me desvelará tu enigma.
Me gusta el silencio al que me obliga su paciente estudio, y sentirme rodeada de otros músicos, con su receptibilidad fuera de lo común. Cada uno con su lucha, su grandeza y sus limitaciones, su perseverancia y su humildad. Continuamente dispuestos a aprender del otro, escuchando, brindando su apoyo...
Siempre hay una pieza que describe a la perfección nuestro estado de ánimo en un momento dado. La mía ahora es esta. Gracias, Eric Satie, por este precioso regalo.

miércoles, 8 de octubre de 2008

El cielo de Madrid

Algo maravilloso tenía que haber para que permanezcamos aquí, siempre al pie del cañón. Y es que no hay en todo el mundo un cielo como el de Madrid. Esta mañana, camino de la oficina, agradecía el tremendo atasco que me permitía contemplar esa explosión de color que nos regalaba el amanecer: azules, violetas y fuxias incendiaban las nubes de seda que abrían el telón de un nuevo y prometedor día.
¿Qué colores tendrá mañana? Ayer miraba anonadada la majestuosa esfera escarlata que asomaba por el este mientras pintaba un halo de dorados, naranjas y tenues rosados acariciados por un tímido azul. Cada segundo una transformación. Como una gigantesca cola de pavo real desplegada sobre la bóveda celeste, como un lienzo sobre el que la luz juega y reclama a nuestra adormilada conciencia.
Y me hace pensar en los brotes de primavera, en los que también se desplegaba el mágico arco iris, el puente entre dos mundos. Cuando asomaban, las hojitas del roble tenían todos los colores, el universo entero parecía condensado allí “Todo esta en Uno y Uno es Todo”. Y enseguida se fundían en un intenso rojo que se tornaba verde poco después. Increíble.
La magia se interrumpe al llegar al trabajo: decoración negra, paredes grises, cristales oscuros. Riguroso negro en la indumentaria del personal. El primer día resultó divertido, como un disfraz de Halloween. El segundo, algo forzado. El tercer día el abrigo verde manzana se aferró a mi cuerpo sin que pudiese evitarlo. Qué ignorancia cromática. Las caras se vuelven grises, demasiada introspección…
Pero… ¿Qué colores tendrá mañana el cielo? Es lo único que puede hacerme olvidar el mar, mi mar…