viernes, 12 de abril de 2013

Mente y sufrimiento

De pequeños nos enseñan a identificarnos con un cuerpo, con una mente y con los objetos vinculados a ellos. A través del lenguaje aprendemos que Yo es 'mi coche', 'mi muñeco', 'mi cuerpo', 'mis sensaciones' y 'mis pensamientos'. A partir de ahí, ya estamos entrenados para un sufrimiento permanente, pues esa supuesta realidad es cambiante e ilusoria, y al identificarnos con ella, sufrimos una pérdida constante y el dolor que ello conlleva.

¿Cómo saber lo que somos realmente?¿Cómo romper esa vinculación con el ego que trata de suplantar nuestra identidad?

Si se nos estropea el coche, tendemos a decir 'tengo un problema'. Si queremos mucho a nuestra pareja y a toda costa queremos estar con ella, pero en un momento dado ella no quiere, diremos 'tengo un problema'. El sufrimiento está asegurado. Pero ¿realmente existe el problema?¿cuál es en ambos casos? En nosotros, realmente ninguno; pero en nuestra mente surgen pensamientos negativos con los que nos identificamos: si el coche se ha averiado, el 'problema' lo tiene el coche, a mí no me pasa absolutamente nada. Si mi pareja no quiere verme, hay dos posibilidades: Que esto sea algo temporal y se resuelva; que no se resuelva y no quiera verme más

En ambos casos ¿Para qué sufrir? Si es un asunto temporal y va a solucionarse, no tengo porqué preocuparme; si es definitivo y no puedo hacer nada para cambiarlo, tampoco. Parece claro, pues, que los problemas proceden de nuestra situación mental, del pensamiento de turno que se nos cruce por la cabeza ¿Merece la pena tanto dolor en vano?¿Y si pudiéramos liberarnos de él?

Primero nos identificarnos con ese pensamiento de dolor, después viene el odio, y tras él, el deseo de venganza. El odio surge una y otra vez en pequeñas situaciones cotidianas ¿Cuantos motivos para enfadarnos con nuestra pareja encontramos cada día? Tenemos que aprender a controlar nuestra mente, a identificar  ese pensamiento de odio para poder transformarlo. No se trata de reprimirlo, una vez instaurado, pues eso nos lleva a una explosión de rencor en cualquier situación posterior. Debemos reconocerlo, y no dejarnos arrastrar por él con un sinfín de pensamientos negativos que necesitamos para confirmar que tenemos razón y justificarnos interiormente para la venganza: cuando esto ocurre, recopilamos todos los aspectos de nuestra pareja que nos disgustan y así nuestro ego se siente cada vez más fuerte y preparado para el ataque.

No dejemos que esto ocurra, no somos nuestro enfado. Si queremos al otro, hemos de aceptarlo como es, si algo de lo que lleva a cabo nos hace sentir mal, no le odiemos, pues no es consciente de sus apegos. Si nosotros vamos aprendiendo, la enseñanza se irá extendiendo alrededor nuestro, en un crecimiento sin fin.

Una y otra vez leemos que hay que romper estos apegos, esta identificación con la mente, que no es más que el 'Maya' de los hindúes, pero ¿cómo hacerlo? Tenemos muchas herramientas a nuestro alcance, pero en todas ellas subyace el trabajo meditativo, que en definitiva nos conduce a controlar, a dominar la mente, para poder Ser. Contamos con los ejemplos que nos brindan las grandes religiones: Buda o Cristo nos enseñan cómo llegar, nos hablan de 'iluminación' o de 'resurrección', que son dos aspectos de lo mismo. Y así, el sufrimiento se transforma en vía de conocimiento. Venimos al mundo con un cuerpo y una mente a los que nos apegamos, con los que nos identificamos, con el dolor asegurado; y nuestro camino consiste en liberarnos de ese dolor, el mismo que los católicos llaman 'pecado original'. Entonces ¿Qué somos nosotros, si no ese dolor del cuerpo o la mente? La conciencia que es capaz de observarlo y transmutarlo. La conciencia, la esencia espiritual que trasciende el cuerpo y la mente, eso somos nosotros.

Para leer:
- 'Un nuevo mundo, ahora', Eckhart Tolle
- 'Cómo solucionar nuestros problemas humanos', Guese Kelsang Gyatso




















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