sábado, 26 de julio de 2014

Cuando el amor trasciende


Las personas son maravillosas. Las hay gigantes, que te arropan con su presencia arrolladora, como un manto azul estrellado en una noche de verano. Las hay que te acompañan con una mirada, y con un parpadeo te dicen que están ahí, que puedes contar con ellas...  Las hay que te inundan con una corriente de amor incondicional que alimenta tu alma magullada, que velan tu tristeza... Cada uno a su manera: con llamadas, con wasaps, con cafés a media tarde o a horas intempestivas, con miradas calladas llenas de presencia, con una sonrisa, con charlas cómplices, con silencios atentos... No importa dónde te encuentres, están ahí. Siempre estamos solos, pero nunca. En Madrid, en Pontevedra, allá donde vayas surgen por doquier.

Las hay que te ayudan de otra manera: te confrontan con tu sombra, con miedos olvidados, con aspectos tuyos que detestas, con la niña herida, con conflictos no resueltos... Y a ellos les toca mostrarte, les toca esa áspera tarea,  tan necesaria para que puedas crecer. Son como espejos que te ponen delante, en las narices, para recordarte eso que no te gusta ver, que has negado siempre, que no te atrevías a reconocer...
Y entonces tienes dos opciones: acusarles, reprenderles, culparles de tu desgracia... lamentarte eternamente, y huir, hasta toparte con alguien similar un tiempo después; o mirar en tu interior para localizar ese aspecto tuyo que tanto te desagrada y que aparece en el otro tan descarnadamente. Una vez reconocido, sólo queda trabajar sobre ello: 'El enemigo está dentro, no fuera'. Al otro no le podrás cambiar nunca, pero a ti sí ¡Maravilla! Entonces las relaciones puede prosperar, y los individuos, crecer.

Pero no en el primer supuesto, en que uno se queda anclado en el dolor, en la acusación, en el victimismo estéril. Permanecerá bloqueado allí, en un purgatorio emocional sin salida. Pues el único monstruo está en nuestro interior, fuera sólo hay espejos. Acusará una y otra vez al otro de sus males, para evitar tomar la responsabilidad sobre su vida. Su destino dependerá de con quién se tope en el camino, en cada momento. Se moverá a merced del viento, de acá para allá, tropezando una y otra vez. Sin darse cuenta de que el enemigo está dentro, pero también la capacidad y el poder para derrotarlo.

¿Eso que no me gusta es siempre reflejo de algo mío? ¿Es un aspecto que no soporto en el otro, con el que no puedo vivir, que me enerva, que me dificulta la existencia, que me envenena? Podría tratarse de algo que está en mí y no me gusta en absoluto; o quizás sea algo del otro ante lo cual no sé enfrentarme. En ambos casos, de nuevo 'el enemigo está dentro'. Si es mío, puedo resolverlo; si es del otro, puedo resolver la manera de enfrentarme a ello.

Y así, todas las personas son enriquecedoras si entendemos que vienen a enseñarnos algo. Y cuando las sentimos así, podemos amarlas, pues las aceptamos como son. En una pareja, aparecería este lado oscuro al final del enamoramiento ¿cambio de compañero cada vez para no renunciar a este estado idílico de embelesamiento y de perderme en el otro?¿O quiero madurar, crecer, ir más allá y descubrirme, y descubrir al otro para crecer como pareja y como individuos? Cuando aparecen las dificultades es el momento de decidir si evolucionar o quedarnos estancados. Y si somos capaces de ser sinceros con nosotros, estaremos dando el primer paso para aceptar nuestras limitaciones, y así estar en disposición de aceptar al otro con las suyas. Y ambos, trabajar sobre ello. Es entonces cuando el amor trasciende. Desde el amor a uno mismo, hacia la aceptación y amor por el otro, para traspasar el delicado umbral que conduce del enamoramiento al AMAR.

El verdadero amor no tiene una venda en los ojos. El verdadero amor pasa por retirar esa venda y aceptar lo que vemos. Pasa por reconocernos como seres incompletos que buscan llenarse a sí mismos para luego compartir con el otro parte del camino. Y ser mejores cada día, enfrentarse a los propios monstruos, y no arremeter contra los demás. No destruyendo, sino construyendo. Para hacer surgir un mundo nuevo, sólo desde el AMOR.

Amarte con los ojos cerrados
es amarte ciegamente.
Amarte mirándote de frente
sería una locura...
Yo quisiera que me amaran con locura.

Margueritte Yourcenar

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