martes, 2 de febrero de 2010

De Madrid a Lisboa (I)

Corría ansiosa persiguiendo al sol. Ese sol que duerme en lisboa. El río de asfalto la lleva y la mece bajo el cielo dorado, mientras los alcornoques salpican de plata oscura el deslumbrante verde del suelo. Apenas han cruzado la frontera cuando varias patrullas de policia nacional les dan el alto. Se rompe el silencio al bajar el cristal, muchos coches en el arcén, sirenas azules ¿se habrá declarado alguna guerra? el agente me mira desconfiado y reclama la documentación del vehículo. Todo en orden, pero ¿y los papeles de los niños? No me lo puedo creer, los olvidé -No pueden entrar en Portugal indocumentados ¿y si no fueran suyos? Hay mucho tráfico de niños ¿porqué cree que estamos aquí?- Un par de inspectores de la brigada anticrimen se acercan, me miran una y otra vez pero tras mis ojos no está lo que buscan. Observan a los niños, les preguntan... -"Qué hacemos?" comentan entre ellos -"Se parecen mucho a ella, van a Lisboa..." -"Deberíamos retenerlos hasta identificarlos... Está bien, sigan, pero no se puede viajar así, tengan cuidado y no vuelvan a salir sin documentación". Nos alejamos divertidos. Curiosa manera de comenzar el viaje, bonita la sonrisa cómplice del policía que por un instante escapa de su papel de duro...

El bullicio de los niños me mantiene despierta en la telaraña de acceso a la ciudad. Atrás quedan 700 km negros, no los quiero ver más. Nos espera el Tajo, río silencioso que guarda todas las memorias bajo su manto argentino. Y las vuelca en el mar. Será por eso que me gusta tanto esta ciudad. Nos alojamos en la Alfama, el corazón más viejo y magullado, interminables escaleras de madera crepitante hasta el sexto que roza el cielo. Es la vivienda de una artista, libros de pintura se amontonan frente a una terraza sobre el río. Carboncillos que me recuerdan mi época de estudiante, sobre papeles amarilleados por los años, como recuerdos gastados de una vida pasada. Impresionantes vistas, Lisboa es nuestra. Bajo la manta negra salpicada de estrellas, el sueño viene a nuestro encuentro hasta que las campanas de una iglesia cercana nos anuncian el nuevo día...



Chavela Vargas - Paloma negra

De Madrid a Lisboa (II)

1 comentario:

Anónimo dijo...

esa mirada...
Hechizo que no me deja despertar...