jueves, 7 de agosto de 2008

Diario de un viaje por el Valle del Loira (IV)

Blois, jueves 17 de julio de 2008-07-21

Esta noche tenía la necesidad imperiosa de encontrarme a solas conmigo, así que, de vuelta al hotel, he dejado a Carmen y Eugenia en la habitación y he salido con mis cuadernos y mis ceras. Y aquí estoy, en la mesa de un café escribiendo. No hay nadie, sólo yo en la sala vacía, sólo el ruido de los lápices al caer sobre la mesa, al recorrer el papel… Qué sensación tan agradable, siento tener que irme a dormir.

Esta mañana me desperté rota, los ojos hinchados de dormir mal. Pero enseguida me reanimé con una ducha en el baño siniestro, las chanclas tardaron en secarse. Y un buen desayuno a continuación: aguacate, pan con tomate, zumo de naranja, té… Lista para empezar el día!

Vamos a Chaumont, otro de los grandes castillos del Loira. Es una gran construcción heterogénea, con elementos de los siglos XV al XX. Un lugar curioso donde se retiró Diana de Poitiers al ser despojada de Chenonceau por una despechada Catalina de Médicis. Un lugar curioso, el Monte Caliente, o Monte de Fuego.


Es el primero que visitamos por dentro, guía incluido. Y el último. Prefiero moverme a mi aire por fuera o por dentro, arriba o abajo… No termino de escuchar las explicaciones y salgo corriendo a los jardines, necesitaba respirar aire puro y estar sola. Camino aquí y allá, libre como el viento, qué agradable estar en este lugar, entre los tilos, castaños, secoyas y cedros gigantes. Las aves me saludan cantando, el murmullo de las hojas de un arce y de un tilo me susurran palabras de amor…

He de volver al mundo, Carmen me está buscando… Vemos el festival de jardines, un conjunto de creaciones paisajísticas contemporáneas, algunas muy imaginativas, otras aburridas…

La mañana se ha pasado, y a las 3 y media recogemos a Eugenia en la estación. Encontramos un Etap en el mismo centro, donde alquilamos habitación, y salimos a recorrer Blois.
Tengo unas ganas enormes de caminar. Quiero disfrutar de las preciosas y coloridas calles de Blois, de cada peldaño, de cada gárgola, de cada vista al río, de la estatua de Papin (que por cierto, no sé quién será), de la catedral, de la iglesia de San Nicolás, de la Casa de la Magia, donde una hidra de 5 cabezas nos saluda a través de las ventanas del edificio; de los patos junto al río, que parece hayan organizado un botellón, pues nadan todos alrededor de una botella ¿de vodka?; de las gaviotas de cara negra, del puente de piedra sobre el Loira, tan sufrido, destruido y reconstruído tantas veces, la última por los alemanes, para poder retirarse al perder la guerra… Ver Blois desde el otro lado del río. Enfrente el castillo, la catedral… El Sol que se empieza a poner… Muchas viejecitas dentro de los coches, las calles impolutas…

Una parada, una pausa en la ribera para descansar. Mis ojos lo devoran todo, mi pecho se llena de colores y aromas… Nos sentamos en un banco junto al río. Las 3 juntas, las 3 tan distantes. Cada una en su mundo, cargando con su cansancio, su nostalgia, sus anhelos, su esperanza; compartiendo un pequeño tramo del camino, entregando una parte de sí para recoger la de las demás; un gran aprendizaje, un ver el paisaje con los ojos de la otra, un sentir a través de la otra; una lección de humildad, de paciencia, de entrega, de aceptación, de amistad.


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